La palabra francesa rêverie puede traducirse como «ensoñación», en realidad se trata de un estado inusual de la conciencia que podemos observar en las madres que amamantan a sus bebés, aunque no solo en ellas, es muy posible que lo que Freud llamara «atención flotante» sea otra variante de la rêverie.
La mayor parte de las personas -exceptuando a los tertulianos de la TV- escuchamos a nuestros interlocutores cuando dialogamos, pero lo cierto es que les escuchamos más para saber qué contestar que para entender lo que nos quieren decir. Esta actitud está reservada para los psicoanalistas, esos que escuchan a sus pacientes «sin tiempo y sin deseo» al decir de Bion.
Los hermeneutas del lenguaje: los que creen que las palabras no sólo describen la realidad mental sino que además ocultan alguna otra cosa, casi siempre de signo contrario a lo que se dice. Es por eso que existen los lapsus y que nos hagamos un lío entre lo que quisimos decir y lo que sale por nuestra boca.
A mi siempre me ha llamado la atención desde mi tierna infancia que las mujeres que amamantan niños sostengan la mirada del bebé. Lo cierto es que para comer no hace falta mantener contacto visual. ¿Pero entonces por qué lo hacen de forma espontánea tanto madre como bebé? ¿Como saben ellas que hay que mantener la mirada?¿Y cómo lo sabe el bebé?
Lo cierto es que no lo saben, simplemente lo hacen, lo que significa que existe un registro fósil en nuestra mente que ha heredado ciertas condiciones del apego que todos los mamíferos traemos de serie y lo hemos enlazado a la mirada, cosa que ningun animal hace pues ningún animal sabe que tiene ojos. Parece ser que sólo nosotros intuimos que en la mirada hay algo que contacta más allá del pezón o la propia leche.
En realidad la rêverie es un concepto psicoanalítico descrito por W. Bion y que consiste en un estado especial de conciencia que hace que la mamá sepa cuales son las necesidades de su bebé. Es esa especial habilidad que tienen (casi) todas las madres ( y pocos padres) para adivinar si el bebé, tiene hambre, sueño, está simplemente aburrido o tiene dolor de tripa. Un diagnóstico diferencial dificil de llevar a cabo con una persona que no habla y que además se avenga a poner remedio a través de ese conocimiento intuitivo con los eruptos reglamentarios, la cremita en el culito o cualquier otra intervención en crisis.
Aunque en realidad la rêverie no es solo esta intuición, este saber las necesidades del bebé sino algo que va más allá: la rêverie es una cura, un tratamiento de urgencia, un cuidado paliativo, algo que la madre lleva a cabo para mitigar el dolor o aportar consuelo a alguna emoción displacentera.
Los niños solo emiten sus quejas de una forma: lloran pero no todos los llantos son iguales. Hay llantos de pena, de rabia y otros de dolor. Y emiten sonidos bien distintos, no me pregunten como se discriminan esos sonidos pero las madres (algunas) si saben hacerlo. Y entonces decimos que la madre ha ejercido su rêverie.
Que no es exactamente dar de comer al hambriento o de beber al sediento sino aportarle al bebé una especie de sincronía de alivio a su sufrimiento y que deja una marca que llamamos «confianza básica».
Un sufrimiento que tiene ciertas caracteristicas diferenciales con los de los adultos, nosotros sabemos de qué sufrimos cuando sufrimos y le podemos poner nombre, etiquetas y marcajes. El problema del bebé es que viene de serie cableado para quejarse de una forma analógica, pues sus emociones son preverbales y aun no tienen esa capacidad de echar mano del símbolo (la palabra) para alejarse del determinismo puro. ¿Cómo sentirá un bebé el hambre?
Es seguro que no la sentirá en el estómago como nosotros sino de un modo difuso, un malestar sin nombre.
Con todo se podria resumir esta cuestión con una idea fundamental: consiste en hacer de espejo. Pues es el espejo la condición del alivio, el saber que alguien te ve y te toca con la mirada. Pues eso es la mirada: una forma de tocar, es por eso que algunos niños rechazan el contacto visual, pues no debe haber nada peor que no ser reconocido por la madre. Algo asi debe sucederles:
Nada peor que una madre que nos da la espalda,
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