Serian las 5 de la mañana cuando me desperté con una malestar insólito. Se trataba de un dolor que comenzaba en las muelas, descendía por el cuello y se quedaba en mi hemitorax izquierdo y en el dorso, en mi espalda. No era un dolor constrictivo sino urente y que no había tenido nunca. Se trataba de un dolor agitado que no tenía posición antiálgica.
Me di cuenta de que el dolor se movía al tiempo que mi posición, me senté en la cama y sentí un cierto alivio, también cuando me puse de pie para caminar.
En ese momento pensé que tenia un infarto y se me disparó la ansiedad, esto de ser médico tiene estas malas pasadas.
De modo que pensé que hacer, coger el coche e irme a mi Hospital era una mala idea, igual me moría por el camino, mi mujer no puede conducir debido a una lesión, de modo que lo mejor era llamar a la SAMU, que está precisamente para este tipo de urgencias vitales, tal y como se las conoce. De manera que desperté a mi mujer y le dije que llamara al 112. Después de una serie de preguntas de filtro -entre las que se incluía si tomaba alguna medicación psiquiátrica- que la operadora le hizo, quedamos en que mandaba la SAMU.
Mientras tanto aproveché para afeitarme, ya tengo bastantes experiencias de parientes que han sido enterrados con media mejilla sin rasurar y es algo poco decoroso, pensé.
Después me senté en el sofá y espere a la SAMU que tardó unos 10 minutos en llegar. Llegaron como hombres de Harrelson, armados con cables y jeringuillas, me tomaron una vía (eso lo primero) y me hicieron un EEG, la doctora que me atendió hizo las preguntas de rigor y me dijo que no creía que fuera un infarto a juzgar por mi buen humor, aunque aseguró que había visto infartados que mantuvieron su decoro más allá de un afeitado.
No era un infarto según ella, pero había que seguir el protocolo, puesto que el dolor no había cedido y la única manera de saberlo era haciendo análisis de enzimas que el propio miocardio suelta cuando hay un infarto.
Así que me subieron en un carrito y me bajaron por el ascensor, mi mujer no pudo acompañarme en la SAMU porque no lo permitía el protocolo y yo ya había decidido seguirlo apasionadamente, el protocolo.
Me llevaron a un Hospital General (no al mío) porque allí no tenemos pacientes críticos según la doctora y me depositaron en una sala de urgencia. No tuve que esperar, cuando llegas con SAMU se supone que eres preferente, menos mal porque iba en calzoncillos, ni el pijama me dejaron poner. ¿Para qué si allí se lo van a quitar todo? Era verdad.
Dos residentes jovencísimas me hicieron las preguntas de rigor sobre consumo de tabaco, alcohol y otros tóxicos, una de ellas me exploró con tanta sabiduría que me detectó una enorme contractura paravertebral izquierda en la dorsal 9, lo apuntaron todo en el informe y me depositaron en una sala para pacientes críticos, monitorizado y todo.
Allí me exploró otra doctora ( eran ya casi las 7 de la mañana y era casi la hora del cambio de turno), la doctora me palpó el abdomen en busca de resistencias y no encontró nada, casi lloro de ver que aun hay médicos que te exploran sin mirar el Abucasis y que te preguntan cosas, aunque sin prestar demasiada atención a mi contractura muscular. Me enchufaron un gotero con un AINE (Enantyum) y me sacaron sangre para los de los enzimas. Para entonces todos los parámetros se habían normalizado excepto el dolor que seguía casi igual, pero la MIR había desaparecido.
Vino el cambio de turno y una nueva doctora me volvió a preguntar sobre el carácter del dolor, yo le dije que era atípico, nada constrictivo, que no tenia cortejo vegetativo y que no era un infarto, que me dolía mucho la espalda que a esas horas empezaba a ser insoportable debido a mi forzada posición de decúbito supino.
Llegaron los enzimas negativos y entonces, ya era casi las 10 de la mañana, la nueva doctora que se había incorporado al turno de las 8 propuso hacerme un Angio TAC, para ver si tenia un aneurisma de aorta o cosa similar, aunque yo pensaba para entonces que tenia un cáncer de pulmón y me preparaba para lo peor, el dolor seguía allí. la doctora me dijo entonces que en el Rx de torax no había salido nada, de modo que me tranquilicé y me dispuse a observar al personal que circulaba por la sala de críticos.
Ocupé el box numero 8, a mi lado había una adolescente diabética que llevaba una bomba de insulina y al parecer se había desestabilizado, oí que pesaba 45 kilos y que estaba por debajo de su IMC, pensé que seria una chica que vomitaba o que manipulaba su bomba para adelgazar (me he encontrado en mi vida profesional con chicas así), ser diabética se lleva muy mal porque uno no puede comer lo mismo que los demás y eso influye y mucho en el autoconcepto de las adolescentes, una cosa más que las diferencia de sus iguales. Me metí en su piel y traté de imaginarme la vida del diabético perpetuamente a dieta. Insoportable.
Delante de mi había otra adolescente que se negaba a orinar en la cuña, una enfermera pizpireta con gafas de concha y con mando en plaza pretendía que orinara allí a lo que ella se negó diciendo que quería ir al WC. Pero ir al WC no estaba en el protocolo, y a mi mismo me lo negaron y tuve que orinar en una botella, es más fácil para los hombres dijo la pizpireta. Me imaginé como seria si me cogieran ganas de hacer otra cosa, así que supliqué a Dios que no me entraran las cagaleras -humillantes-, porque había decidido disociarme y obedecer como un cadáver.
Un afásico que solo decía «Tatatata» gritaba al otro lado del salón, nadie sabia qué hacer con él porque no tenia familia y al parecer no había camas en el Hospital de Crónicos donde estas personas terminan sus días, una especie de «Montaña mágica» pero de pobres. Terrible no poder hablar y más terrible aun ser una especie de indigente sin familia que aguardara pacientemente en la sala de espera alguna noticia. Nadie esperaba al afásico.
Una señora con un bloqueo completo de rama y con una bradicardia que no respondía a la atropina estaba esperando a alguien para ponerle un marcapasos, más allá un «tráfico» se había desgarrado la subclavia» y un tipo con pinta de yonqui dormía su «mona» de algún estupefaciente con alguna complicación que no alcancé a vislumbrar.
El angio TAC llegó hacia las 13 horas y no detectó nada de interés, de modo que a las 14 horas la doctora decidió darme el alta con el diagnóstico de «dolor torácico atípico», una especie de cajón de sastre donde se meten los sufrimientos huérfanos, esos que no tienen nombre. Decidí dedicar mi vida profesional a ponerle nombre a algo, le sugerí a la doctora que le pusieran «Sindrome de Traver» a ese dolor urente sin sentido que me había despertado a aquella hora tan intempestiva. En ese momento estaba pensando en el gasto que había causado a mis conciudadanos el dichoso protocolo. Calculé unos 2000 euros a ojo.
Y entonces comprendí que es insostenible, que todo es ya insostenible.
Tuve que esperar a que me dieran el informe y me quitaran vías y pegatinas, me dieron una bolsa de ropa que mi mujer había traído de casa, me vestí pero la enfermera pizpireta me mando quedarme sentado hasta que viniera el carro. Le dije que podía salir por mi pie.
– Es el protocolo, dijo ella, con cara de malas pulgas.
Me volví a sentar, y noté que me estaba meando, pedí entonces de nuevo la botella.
-¿Pero no se va? dijo la pizpireta. Pues ya orinará fuera.
Por poco lo hago en el pasillo con el traqueteo de la silla de ruedas.
La doctora me recomendó que me pusiera en contacto con mi medico de cabecera.
– ¿Y qué me tomo doctora? es que me sigue doliendo.
– Mira que te vuelvo a meter en boxes.
– No por favor, más no. Piense en los recortes y en la crisis.
Y me fui a casa, en taxi claro.
Nota liminar.-
Este post aunque escrito en tono de un humor ácido (es el mío) es en realidad un agradecimiento a todo el personal de urgencia que el día 4 de Noviembre se encontraba en al Hospital General de Castellón, por su profesionalidad, disciplina, cariño y por mirarme a los ojos y hablarme. Dejo abiertos los comentarios por si alguien de aquel turno quiere darme algún otro consejo aunque no entre en el protocolo y si me está leyendo la MIR que me tocó la contractura, por favor que se ponga en contacto conmigo, es mi salvadora.
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