Todo lo que usted quiso saber sobre Lacan pero nunca se atrevió a preguntar

lacan

Jacques Lacan es un autor que arrastra tras de sí cierto malditismo, dificil de seguir en su discurso y demasiado hermético para el mundo de la ciencia positivista de hoy, es sin embargo uno de los heroes intelectuales del siglo XX.

Sus conceptualizaciones sobre la composición del inconsciente, el lenguaje, el sujeto -construido en el espejo- en contraposición al Yo freudiano y la posición (topos) imaginaria que ocupamos en él, sus tres registros, la «imposibilidad» del sexo, la «inexistencia de la mujer», nuestra dependencia del símbolo,  su replanteamiento de la transferencia y sus intentos de matematizar las relaciones de objeto hacen de sus aportaciones una parte esencial de los estudios sobre la consciencia que hoy mantenemos sin que -en mi opinión- se le haya hecho honor en cuanto a sus ideas.

Si Lacan hubiera sido americano, hoy seria uno de los grandes popes de la neurociencia. Pero era francés, ah!.

He encontrado este video donde el lector interesado puede hallar pistas sobre sus hallazgos, su vida y su pasión freudiana rota -como casi siempre sucede- entre los que buscan algo y precisan -en su itinerario- desprenderse de aquello que tanto amaron.

Salutogénesis

Hay algo en la consciencia humana que no es fenoménico y que causa lo fenoménico. (G. Lachman)

carruaje Bukingham

Lo cierto es que la Medicina se ha ocupado mucho hasta el momento de conocer las causas de las enfermedades, pero han sido otras disciplinas las que se han ocupado de cómo mantener la salud, así las políticas distributivas, las políticas medio-ambientales, las políticas sociales incluyendo a las políticas sanitarias tienen un cierto impacto en la salud percibida por la población y contribuyen a la salud de los ciudadanos mucho más que el consumo de fármacos por ejemplo. Pero hasta ahora la Medicina y sus tecnologías complejas no parecen haberse decidido por cambiar el rumbo de su paradigma a fin de hacerlo compatible con una visión mas saludable de nuestra vida.

Es por eso que hoy hablamos de salutogénesis (Antonovsky, 1979), un nuevo paradigma que ya no se detiene en la polaridad salud-enfermedad poniendo el énfasis en las causas de las patologías sino que se preocupa de cómo mantener la salud en organismos que aun no han enfermado, se ocupa pues de las causas de la salud. Del mismo modo este mantenimiento de la salud entronca con otro concepto que es el concepto de sanación, opuesto en cierta manera al concepto pasivo de la curación.

Es verdad que la mayor parte de las enfermedades se curan solas y el organismo vuelve a recuperar el estatu quo que le correponde siempre y cuando este impacto no sea lo suficientemente virulento. La mayor parte de las enfermedades sin embargo necesitan el concurso y el saber de un médico. El médico es el que cura aunque cuenta para ello no solamente con sus herramientas técnicas sino también con la vis medicatrix, es decir con esa tendencia de las enfermedades a curarse solas, un poderoso aliado. Por otra parte el sanador no necesita ser médico porque opera desde un punto de vista espiritual, cura -sana- por la fe, el trabajo físico o la adquisición de algún tipo de conocimiento.

La cuestión central del paradigma salutogénico parte de la pregunta: Por qué razón, si nos enfermamos, algunos se recuperan mas fácilmente que otros? ¿Por qué algunas personas son propensas a múltiples enfermedades mientras que otras parecen mantenerse sanas y jóvenes aun en edad provecta?

Para entender mejor este fenómeno tenemos que saber que el mantenimiento o la ganancia de una buena salud está relacionada con dos características de los organismos vivos: la resistencia y la coherencia y ambos se funden en un concepto psicológico relativamente reciente: la resiliencia un concepto tomado de las propiedades de los metales y que es aplicable a la acción de ciertos impactos en la vida psicológica de un individuo y lo pone en relación con la capacidad de que estos impactos terminen por fortalecer la respuesta de los individuos a las contrariedades de la vida.

Pero no es de la la resiliencia como concepto psicológico de lo que voy a hablar sino de la resistencia y la coherencia. Más concretamente me gustaría hablar de la coherencia, algo que podemos definir de esta forma: «Cada individuo debe encontrar para sí mismo una sensibilidad para entender o interpretar de modo positivo los diversos desafíos existenciales, insertándolos en un Todo que tenga un sentido, donde el ser humano encuentre algún significado en lo que piensa, siente, realiza y en todo lo que le acontece. Se trata aquí de un comprender la existencia, lo cual es bastante diferente a un saber sobre la existencia».

Dicho de otra manera: la coherencia se cultiva (Bildung), no es algo que nos venga de serie, no se trata de adquirir un cierto conocimiento o destrezas especiales, sino de la construcción de un sentido, una Voluntad que gobierne desde una cierta elevación a los componentes más elementales. Para eso vamos a aproximarnos a la metáfora del carruaje, apropiada para hablar de los cuatro niveles de consciencia que conviven en nosotros los humanos, niveles de consciencia que afectan a cuatro cuerpos.

Los cuatro cuerpos de Gurdieff.-

El carruaje es el armazón (el cuerpo), los caballos, son las emociones, nuestra parte animal, la pasión y la motivación, el cochero es el experto que guía a los caballos y se ocupa de ellos, de darles de comer, limpiarlos y guarecerlos, el cochero es el Yo convencional, el que se ocupa de las cosas rutinarias de la vida, pero en esta metáfora falta algo: el cliente, el Amo del coche o carruaje: es él quien sabe donde hay que ir y aunque él no se ocupa ni del carruaje, ni de los caballos ni conoce el tráfico de las calles ni los itinerarios como sabe el cochero, es el único que sabe donde quiere ir, el resto de los elementos «no saben» o bien su saber es instrumental como el del cochero o instintivo como el de los caballos.

Se trata de una experiencia muy concreta y cotidiana, todos hemos tomado alguna vez un taxi y cuando lo hacemos damos una orden al taxista, pero no nos ocupamos de saber si el coche está en buenas condiciones, ni si ha pasado la ITV, tampoco le medimos al taxista sus niveles de glucosa en sangre por si estuviera bajo de azúcar, suponemos que es el taxista quien ha de ocuparse de todas las tareas de mantenimiento del coche y que goza de una buena salud para conducir, nosotros simplemente alquilamos su vehículo y su experiencia en conducir para que nos lleve a cierto lugar, después le pagamos y nos apeamos del coche.

No fiamos de él, nos fiamos de que existe coherencia entre el motor, la carrocería y el taxista, confiamos en su pericia para llevarnos dónde queremos ir, la coherencia del sistema de los tres cuerpos se le supone.

Pues bien ese cuarto cuerpo, que da ordenes al taxista, que sabe donde quiere ir, que dispone de intencionalidad y de voluntad, es el Yo. Pero hay una cierta diferencia entre ese Yo y el Yo del taxista. se trata de un Yo sobreelevado, de un Yo que no se limita a conocer itinerarios sino que sabe (donde quiere ir) y que además ES. Ser y saber son las características balanceadas y armónicas por las que se reconoce al cliente (al Yo). la otra característica que distingue al Yo del amo del Yo del cochero o taxista es que es unitario, es decir lo que sabe se extiende a todo su SER, no sabe en un lugar e ignora en otro, Ser y Saber se han fundido. Y que sabe el mecanismo para poner en marcha la acción es usualmente a través del cochero (el taxista en este caso).

Se trata de la consciencia suprahumana, de una conciencia autotrascendente o extendida, a diferencia de la consciencia del taxista que es una consciencia convencional, una autoconsciencia que se sabe a si misma pero que no tiene necesariamente el conocimiento de saber donde ir, en realidad va donde le mandan por así decir.

La mayor parte de las personas tienen esos cuatro cuerpos, pero no basta con tenerlos hay que poseer algo más: la llave que abre esa cuarta puerta.

Y volviendo sobre el tema de la coherencia es necesario decir ahora que el Amo, cochero, caballos y carruajes han de comportarse como un todo. Lo que exige que no haya alteraciones entre aquello que les conecta: el cochero debe hablar el mismo idioma que el amo, los caballos deben estar enganchados al carruaje y este debe estar en óptimas condiciones para viajar. hay pues dos cuestiones que afectan a la coherencia: una es la coherencia entre los miembros del sistema (los cuatro cuerpos) y luego ha de haber una coherencia entre sus tres enlaces (idioma, riendas, y enganche de las caballerías).

Es entonces cuando el sistema anda bien y cuando podemos habitar coherentemente el cuarto cuerpo y cuando somos amos de nosotros mismos.

Y cuando el Ser y el Saber se funden armónicamente todo cristaliza en Comprensión y el Yo consige la Unidad que no alcanza el cochero que no es otra cosa sino una confluencia de zombies

Y si uno comprende su carruaje, a sus caballos y a su cochero y este le entiende a él, entonces todo fluye y lo maravilloso puede llegar a suceder.

La sumisión en tiempos de la new age

casate

Ha sido un obispo, el de Granada el que ha sacado ese nuevo catecismo para la mujer que reza asi: «Cásate y se sumisa».

Y se ha organizado un escándalo monumental entre las dos Españas, las de siempre contra los de siempre (aqui está la respuesta de la emancipada Rosa Regás) y lo cierto es que casi nadie ha leido el libro, claro que yo tampoco lo voy a leer porque ya se de qué va. El obispo de Granada tiene razón, del mismo modo que la Sra Francis en los 50 tambien la tenía, puesto que inyectar un poco de sentido común en una sociedad como la nuestra que exhibe sintomas de degeneración y que camina hacia el suicidio demográfico necesita una buena dosis de correctivo educacional.

Ahora bien, las ideas del obispo siendo como son sensatas ignoran el mundo de hoy y sólo sirven para publicidad de sus acólitos, aquellos que no necesitan ser convencidos porque ya son de hecho militantes.

El obispo utiliza palabras muy fuertes para la sensibilidad actual y no sabe que la palabra «sumisión» escandaliza a algunas almas que la sienten como si la mujer tuviera que ser la esclava del hombre y olvidan las otras sumisiones que todos los dias llevamos a cabo: la sumisión al dinero, la sumisión a la autonomia personal, la sumisión a nuestra nómina, jefes o autoridades. Sumisión que se convierte en desafío a veces para enmascararla, pero que sigue siendo sumisión, todos estamos o debemos estar sometidos a la autoridad o al Estado si se quiere decir asi.

En realidad el obispo no sabe que el poder está muy descentralizado y que en un matrimonio (o pareja) funcional el poder está muy repartido y es continuamente renegociado. De hecho hoy sabemos que las parejas más duraderas son aquellas que tienen un buen reparto de poder entre ellas y que salvan o dirimen mediante roles concretos el eterno problema del poder.

Lo cierto es que en ese tipo de parejas funcionales, cada uno se somete al otro no interfiriendo en su papel. Uno renuncia a hacer lo que el otro hace mejor y no compite por ocupar su lugar, pues en una familia no hay solamente personas concretas (padre, madre o hijos) sino sobre todo lugares.

Lo que sucede en las familias funcionales es que cada cual está en su sitio. Pues el padre, la madre y el hijo más allá de ser personas concretas son sobre todo lugares, espacios o funciones. Metáforas.

El mito de Ulises.-

Si Narciso y Edipo son perfectas metáforas de la enfermedad mental y la tragedia, Ulises representa precisamente el paradigma de la salud mental, más allá de eso: representa la conciencia transpersonal.

En el mito de Homero, el héroe, Ulises, gobernador de Itaca, se había casado recientemente y tenía un pequeño hijo llamado Telémaco. Grecia estaba preparando una guerra contra Troya, y reunía a sus capitanes, pero Ulises no deseaba participar en ella. Cuando llegaron a buscarlo los emisarios Agamenon, Menelao y Palamedes, Ulises finge estar loco, a fin de evitar la imposición de partir a la guerra. Pretende no reconocer a los delegados mientras con una extraña yunta de asno y buey ara un terreno tirando sal en los surcos. Como los emisarios sospechan el engaño, Palamedes coloca a Telémaco frente al arado que avanzaba hacia él. Entonces Ulises, el padre protector, efectúa un semicírculo con el arado para no lastimar a su hijo, lo que puso al descubierto el engaño, y también su salud mental. Kohut lo llamó “El semicírculo de la salud mental”, lo que explica el título de su trabajo.

Aqui puede observarse como el Estado irrumpe en la vida privada de Ulises a fin de alistarle para la guerra y puede verse también como el héroe traza una estratagema (que le sale mal) para evitar su llamada a filas. Hacerse el loco, no es suficiente pues los soldados inmediatamente le ponen a prueba (como Yahvé pone a prueba a Abraham) para que mate a su hijo. Es precisamente la actitud de Ulises que elige salvar a su hijo la prueba de que no está loco, pues el padre ha de sacrificarse por su hijo, ese es su lugar.

En esta familia homérica cada cual tiene su lugar. Hay un lugar para la madre -Penélope- que debe mantenerse casta y evitar que su reino se disgrege en ausencia de su marido al que después del paso del tiempo muchos dan por muerto. La codicia se apodera de ciertos ciudadanos y principes vecinos que tratan de desposar a la fiel Penélope que teje y desteje sus telas para ganar tiempo y no comprometerse prematuramente con aquellos que la pretenden. (Aqui hay un viejo post sobre el simbolismo de la tejedora: la mujer que teje el destino de los hombres)

Telemaco que apenas conoce a su padre coopera con él cuando este llega por fin, despues de un largo camino de regreso a Itaca. Es Telemaco quien le reconoce, le lleva a palacio y le ayuda a superar las pruebas por las que Ulises será de nuevo reonocido como gobernador de Itaca,

Ulises y la Odisea representan los grandes periplos del héroe (la humanidad), pero a diferencia de Narciso -que se ahoga en su propio espejo o Edipo quien es impulsado hacia el parricidio y el incesto debido a su desconocimiento de quién era su padre y madre reales, Ulises nos habla del camino de vuelta, del camino de regreso al hogar después de haber sido tentado a múltiples placeres terrenales y celestiales y sorteado grandes peligros. Ulises abandona la codicia, la ambición, el poder, el deseo de inmortalidad y escapa al fin de todas estas pruebas a las que todo hombre es sometido mientras viaja por el pais de los misterios. Impulsado quizá por el imán que todo lugar ejerce sobre el hombre honesto que no reniega de su condición, Ulises regresa a Itaca donde Penélope y Telemaco le han guardado el sitio –sustituyéndole y no dándole prematuramente por muerto- sorteando  a su vez grandes privaciones y peligros. Aqui hay un post sobre las bifurcaciones que aparecen en el camino del héroe.

Ulises conserva su lugar gracias a la fidelidad de Penélope y gracias a la cooperación de Telemaco.

¿Es esto sumisión?

Podemos llamarle asi, en efecto. Se trata de una sumisión simbólica, un afecto al rol, un amor al lugar que nos corresponde.

Es inutil preguntarle al obispo cual es nuestro lugar en el mundo. Si usted aun no lo ha averiguado le emplazo a que dedique su vida a ello.

Dolor torácico atípico

Serian las 5 de la mañana cuando me desperté con una malestar insólito. Se trataba de un dolor que comenzaba en las muelas, descendía por el cuello y se quedaba en mi hemitorax izquierdo y en el dorso, en mi espalda. No era un dolor constrictivo sino urente y que no había tenido nunca. Se trataba de un dolor agitado que no tenía posición antiálgica.

Me di cuenta de que el dolor se movía al tiempo que mi posición, me senté en la cama y sentí un cierto alivio, también cuando me puse de pie para caminar.

En ese momento pensé que tenia un infarto y se me disparó la ansiedad, esto de ser médico tiene estas malas pasadas.

De modo que pensé que hacer, coger el coche e irme a mi Hospital era una mala idea, igual me moría por el camino, mi mujer no puede conducir debido a  una lesión, de modo que lo mejor era llamar a la SAMU, que está precisamente para este tipo de urgencias vitales, tal y como se las conoce. De manera que desperté a mi mujer y le dije que llamara al 112. Después de una serie de preguntas de filtro -entre las que se incluía si tomaba alguna medicación psiquiátrica- que la operadora le hizo, quedamos en que mandaba la SAMU.

Mientras tanto aproveché para afeitarme, ya tengo bastantes experiencias de parientes que han sido enterrados con media mejilla sin rasurar y es algo poco decoroso, pensé.

Después me senté en el sofá y espere a la SAMU que tardó unos 10 minutos en llegar. Llegaron como hombres de Harrelson, armados con cables y jeringuillas, me tomaron una vía (eso lo primero) y me hicieron un EEG, la doctora que me atendió hizo las preguntas de rigor y me dijo que no creía que fuera un infarto a juzgar por mi buen humor, aunque aseguró que había visto infartados que mantuvieron su decoro más allá de un afeitado.

No era un infarto según ella, pero había que seguir el protocolo, puesto que el dolor no había cedido y la única manera de saberlo era haciendo análisis de enzimas que el propio miocardio suelta cuando hay un infarto.

Así que me subieron en un carrito y me bajaron por el ascensor, mi mujer no pudo acompañarme en la SAMU porque no lo permitía el protocolo y yo ya había decidido seguirlo apasionadamente, el protocolo.

Me llevaron a un Hospital General (no al mío) porque allí no tenemos pacientes críticos según la doctora y me depositaron en una sala de urgencia. No tuve que esperar, cuando llegas con SAMU se supone que eres preferente, menos mal porque iba en calzoncillos, ni el pijama me dejaron poner. ¿Para qué si allí se lo van a quitar todo? Era verdad.

Dos residentes jovencísimas me hicieron las preguntas de rigor sobre consumo de tabaco, alcohol y otros tóxicos, una de ellas me exploró con tanta sabiduría que me detectó una enorme contractura paravertebral izquierda en la dorsal 9, lo apuntaron todo en el informe y me depositaron en una sala para pacientes críticos, monitorizado y todo.

Allí me exploró otra doctora ( eran ya casi las 7 de la mañana y era casi la hora del cambio de turno), la doctora me palpó el abdomen en busca de resistencias y no encontró nada, casi lloro de ver que aun hay médicos que te exploran sin mirar el Abucasis y que te preguntan cosas, aunque sin prestar demasiada atención a mi contractura muscular. Me enchufaron un gotero con un AINE (Enantyum) y me sacaron sangre para los de los enzimas. Para entonces todos los parámetros se habían normalizado excepto el dolor que seguía casi igual, pero la MIR había desaparecido.

Vino el cambio de turno y una nueva doctora me volvió a preguntar sobre el carácter del dolor, yo le dije que era atípico, nada constrictivo, que no tenia cortejo vegetativo y que no era un infarto, que me dolía mucho la espalda que a esas horas empezaba a ser insoportable debido a mi forzada posición de decúbito supino.

Llegaron los enzimas negativos y entonces, ya era casi las 10 de la mañana, la nueva doctora que se había incorporado al turno de las 8 propuso hacerme un Angio TAC, para ver si tenia un aneurisma de aorta o cosa similar, aunque yo pensaba para entonces que tenia un cáncer de pulmón y me preparaba para lo peor, el dolor seguía allí. la doctora me dijo entonces que en el Rx de torax no había salido nada, de modo que me tranquilicé y me dispuse a observar al personal que circulaba por la sala de críticos.

Ocupé el box numero 8, a mi lado había una adolescente diabética que llevaba una bomba de insulina y al parecer se había desestabilizado, oí que pesaba 45 kilos y que estaba por debajo de su IMC, pensé que seria una chica que vomitaba o que manipulaba su bomba para adelgazar (me he encontrado en mi vida profesional con chicas así), ser diabética se lleva muy mal porque uno no puede comer lo mismo que los demás y eso influye y mucho en el autoconcepto de las adolescentes, una cosa más que las diferencia de sus iguales. Me metí en su piel y traté de imaginarme la vida del diabético perpetuamente a dieta. Insoportable.

Delante de mi había otra adolescente que se negaba a orinar en la cuña, una enfermera pizpireta con gafas de concha y con mando en plaza pretendía que orinara allí a lo que ella se negó diciendo que quería ir al WC. Pero ir al WC no estaba en el protocolo, y a mi mismo me lo negaron y tuve que orinar en una botella, es más fácil para los hombres dijo la pizpireta. Me imaginé como seria si me cogieran ganas de hacer otra cosa, así que supliqué a Dios que no me entraran las cagaleras -humillantes-, porque había decidido disociarme y obedecer como un cadáver.

Un afásico que solo decía «Tatatata» gritaba al otro lado del salón, nadie sabia qué hacer con él porque no tenia familia y al parecer no había camas en el Hospital de Crónicos donde estas personas terminan sus días, una especie de «Montaña mágica» pero de pobres. Terrible no poder hablar y más terrible aun ser una especie de indigente sin familia que aguardara pacientemente en la sala de espera alguna noticia. Nadie esperaba al afásico.

Una señora con un bloqueo completo de rama y con una bradicardia que no respondía a la atropina estaba esperando a alguien para ponerle un marcapasos, más allá un «tráfico» se había desgarrado la subclavia» y un tipo con pinta de yonqui dormía su «mona» de algún estupefaciente con alguna complicación que no alcancé a vislumbrar.

El angio TAC llegó hacia las 13 horas y no detectó nada de interés, de modo que a las 14 horas la doctora decidió darme el alta con el diagnóstico de «dolor torácico atípico», una especie de cajón de sastre donde se meten los sufrimientos huérfanos, esos que no tienen nombre. Decidí dedicar mi vida profesional a ponerle nombre a algo, le sugerí a la doctora que le pusieran «Sindrome de Traver» a ese dolor urente sin sentido que me había despertado a aquella hora tan intempestiva. En ese momento estaba pensando en el gasto que había causado a mis conciudadanos el dichoso protocolo. Calculé unos 2000 euros a ojo.

Y entonces comprendí que es insostenible, que todo es ya insostenible.

Tuve que esperar a que me dieran el informe y me quitaran vías y pegatinas, me dieron una bolsa de ropa que mi mujer había traído de casa, me vestí  pero la enfermera pizpireta me mando quedarme sentado hasta que viniera el carro. Le dije que podía salir por mi pie.

– Es el protocolo, dijo ella, con cara de malas pulgas.

Me volví a sentar,  y noté que me estaba meando, pedí entonces de nuevo la botella.

-¿Pero no se va? dijo la pizpireta. Pues ya orinará fuera.

Por poco lo hago en el pasillo con el traqueteo de la silla de ruedas.

La doctora me recomendó que me pusiera en contacto con mi medico de cabecera.

– ¿Y qué me tomo doctora? es que me sigue doliendo.

– Mira que te vuelvo a meter en boxes.

– No por favor, más no. Piense en los recortes y en la crisis.

Y me fui a casa, en taxi claro.

Nota liminar.-

Este post aunque escrito en tono de un humor ácido (es el mío) es en realidad un agradecimiento a todo el personal de urgencia que el día 4 de Noviembre se encontraba en al Hospital General de Castellón, por su profesionalidad, disciplina, cariño y por mirarme a los ojos y hablarme. Dejo abiertos los comentarios por si alguien de aquel turno quiere darme algún otro consejo aunque no entre en el protocolo y si me está leyendo la MIR que me tocó la contractura, por favor que se ponga en contacto conmigo, es mi salvadora.

Harpo y la pulsión

pulsion

Imagínese que va a retrete, defeca en él y luego estira de la cadena y que en lugar de desaparecer sus excrementos, el WC le devuelve multiplicada la mierda de toda una semana.

Eso es la pulsión.

Siempre retorna.

La pulsión es juguetona, muda (afásica), infantil, ingenua, perversa e incluso obscena y siempre tiende a su satisfacción, si o si.

Como Harpo.