¿Evoluciona la moral?

La Evolución carece de planes

(Axioma evolutivo)

Kolhberg

Lo cierto es que la palabra evolución lleva a una cierta confusión: pareciera como si la evolución natural tuviera una meta final, un propósito. Lo mismo sucede cuando aplicamos la palabra evolución a cualquier otra cuestión, asi pensaba mientras leia este post sobre evolución de la moral.

El post en cuestión -que pertenece al blog El Caparazón- defiende una teoria «evolutiva» de la moral en el sentido de suponer que la moral humana tiene una teleología, es decir una dirección insoslayable. Se basa en la teoria de Kohlberg que es en cierta forma una aplicación wilberiana y que procede sin duda de la teoria conocida como «dinámica espiral» que se atribuye a Gebser y Beck. La citada teoría sostiene que la conciencia humana «avanza» saltando y superando una serie de fases -conocidas cada una de ellas por un color- y que arrastraran en su ascenso, una serie de memes de valores (v-memes) y de formas de pensamiento y otros patrones cognitivos y creenciales que peldaño a peldaño corren raudas a confluir en una especie de Nirvana donde supuestamente los humanos llegaremos a un consenso universal de amor y fraternidad, superando las rivalidades, los egoísmos, las guerras y las jerarquías.

Naturalmente esta idea aunque se llama «evolutiva» no tiene nada que ver la evolución.

La evolución no está presidida ni por una dirección, ni por una especie de voluntad que guíe a las especies hacia su «cénit evolutivo». No hay una cúspide evolutiva, ni podemos afirmar que nosotros los europeos estemos más «evolucionados» que los africanos del Senegal, podemos decir que estamos más civilizados y disponemos de más recursos. Pero la civilidad o la opulencia nada tienen que ver ni con la evolución ni con el pensamiento evolucionista. Ni siquiera se nos permite pensar que estemos más evolucionados que el caracol o el calamar. De hecho nuestra especie no tiene siquiera el genoma más complejo.

La teleología es una doctrina de la causalidad que supone que si B es la causa de A es porque hay en B algo que la impulsa a ir hacia A. De modo que es la doctrina de las causas finales. Averiguar algo sobre la causa final de la existencia humana seria algo asi como suponer que existe un propósito especial por el que el hombre puebla la tierra, es como si hubiera alguna misión oculta que es necesario descifrar.

El pensamiento teleológico está en la base de la idea de Kolhberg de que la moral supone una carrera de obstáculos, una progresión que se imagina como una escalera de logros. Lo que nadie sabe es que sucedería al llegar al ultimo piso de esa escalada de logros, salvo imaginarnos una especie de paraíso ciudadano que más bien parece el anuncio de una utopía que extrae su fundamento de la observación de la evolución de patrones pasados y de ahi deduce ingenuamente -de la observación de los progresos- que lo que nos espera es mejor que lo que ya ha sucedido.

Para mi la mejor manera de explicar esta cuestión es referirme al tema de la limpieza.

No cabe duda de que las sociedades avanzadas somos más limpios (parecemos ser más limpios) que nuestros abuelos o que los pueblos depauperados de Africa. Y no cabe duda de que en parte este «avance» al menos en comodidad procede del hecho de que tenemos agua corriente en nuestras casas y tambien agua caliente.

¿Entonces tenemos agua caliente porque somos más limpios o somos más limpios porque tenemos agua caliente?

Lo cierto es que una vez nos hemos acostumbrado a ese avance del agua caliente nos resultaría dificil prescindir de ella e incluso podriamos sentirnos mal si un día no podemos ducharnos porque han cortado el agua o se ha estropeado el calentador. El calentador ha cambiado nuestras vidas.

No somos más limpios que nuestros abuelos sino que nos limpiamos más porque tenemos calentadores. Lo que ha cambiado -en nuestra subjetividad- es que hemos desarrollado una aversión por la suciedad que no tenian nuestros precursores, pero eso no significa que hayamos mudado nuestras emociones para «ser más limpios». Lo que ha cambiado es nuestro medio ambiente y evidentemente eso crea un pseudo-telos, es decir un aparente propósito de limpieza que nos hace aparentar ser más limpios, como si hubieramos ganado un rasgo nuevo cuando en realidad todo sigue igual por dentro de nuestro cerebro. Que un nuevo Telos aparezca puede explicarse de forma muy sencilla: es como si ahora tuviéramos -como se dice vulgarmente- necesidades nuevas. La necesidad de ducharnos con una frecuencia superior a nuestros abuelos, cosa que hacemos impulsados por lo que se llama hábitos y costumbres.

Y a estos hábitos les llamamos buenos o saludables. Hay un consenso en que la gente limpia se ducha a diario (o casi) y que no es tolerable -socialmente hablando- que la gente ande por ahi descuidada, despeinada o sucia. ¿Es esto una evolución de la moral?

Para Kolhberg esta manía de ducharse seria una manifestación de la moral convencional, un escalón más arriba de las morales egoistas y guerreras de la moral preconvencional. Pues Kolhberg se imagina la evolución de la moral como una escalera de logros y no como adaptaciones al medio ambiente. Ducharse no es más moral que no hacerlo, simplemente vivimos rodeados de artefactos que facilitan esta cuestión y hacen de nuestra vida más comoda, y a salvo de la mugre, es decir más adaptada y coherente con nuestros logros.

Y pensaba todo esto mientras contemplaba absorto la versión de película de «Los Miserables», el musical recién estrenado y mientras la veia pensaba en los temas que Victor Hugo abordó en su ya universal novela: muchas cuestiones de actualidad, el amor, la redención, el compromiso, la culpa, la libertad y sobre todo la cuestión social.  Contemplando la película uno entiende aquello de la lógica de las revoluciones, incluso la mística de las revolucionarios, aquellos que morian de forma gratuita como esos héroes de la barricada que cantan «Red and Black». La explicación sencilla: no tenían nada que perder y todo por ganar; la mayoría de las personas vivían sometidos a unas condiciones de vida extremas y una minoría de nobles, burgueses y clero atesoraban toda la riqueza dejando al pueblo al pie del hambre, la tuberculosis, la prostitución y la ignominia.

Ahora bien, desde el punto de vista moral lo que se plantea es ¿Eran los burgueses menos morales que el pueblo llano? ¿Quien era el bueno y el malo en esta pelicula?. Naturalmente uno tiene tendencia a identificarse con los débiles y comprende sus razones aun sabiendo que en Paris se han dado cita las mayores matanzas de la humanidad y no siempre por razones sociales sino fundamentalmente religiosas. Dicho de otro modo, tanto los que mataban en un bando como los que mataban en el otro eran igualmente inmorales si es que matar es un buen índice para medir la moralidad.

Matar es algo implícito en la naturaleza humana, algo que nos viene de serie pero intolerable socialmente; es, desde luego, una manera eficaz de liquidar a los que se nos oponen y sin embargo y  aunque parezca lo contrario, cada vez matamos menos. Steven Pinker no es el único que lo ha dicho, pero las cifras cantan por sí mismas: el numero de homicidios disminuye desde que llevamos esa contaje estadístico. No hace mas que disminuir desde 1900 para acá. ¿Significa esto que somos más morales?

Significa que hemos encontrado formas más inteligentes de dirimir los conflictos, pues matar a alguien no deja de ser una solución poco inteligente y que no hace sino multiplicar las discordias. No cabe duda de que la prohibición del homicidio está calando profundamente en nuestra sociedad y que cada vez hay menos personas dispuestas a matar o dejarse matar y menos por las Ideas. Sin embargo la idea de la prohibición del asesinato parece modelar un campo nuevo, como si se tratara de un nuevo propósito social: el de dejar a los demás en paz y exigir que a su vez los demás nos dejen en paz a nosotros.

Las formas concretas no tienen un campo infinito de posibilidades y es por eso que un embrión de pollo no puede llegar a ser un lagarto. No se trata de un propósito de llegar a ser pollo por parte de los genes del pollo, sino de una restricción de las probabilidades de ser, un campo selectivo donde se manifestará, al desplegarse una vida de pollo. Algunos hablan de que nuestros genes en este sentido son teleológicos, pero yo prefiero hablar de un pseudo-telos, una posibilidad acotada de ser. Por la misma razón las sociedades no avanzan porque se hagan más morales sino porque encuentran nuevos órdenes de organización de las reglas que hagan a las sociedades más justas, libres, laboriosas y cooperativas.

Se trata en todo caso de un telos regulador, aunque arraigado en el caos y en cómo cada organismo puede desenvolverse creativamente en el caos (a su manera). Al final ese caos por ser creativo es potencia.

Y es por eso que no podemos predecir por donde circulará la moral y en cómo la conciencia humana se organizará en el futuro, pero lo que es seguro es que nosotros, los individuos somos capaces de definir las reglas que deberán controlar las conductas individuales y llegaremos a consensos que muy lentamente impondrán una nuevo comportamiento, hasta que lo nuevo haga irrupción y plantee nuevos enigmas que tendremos que abordar en consenso creativo.

Y estamos llegando a consensos irrenunciables, como aquellos de las barricadas.

No es posible ya renunciar al agua caliente.

De manera que no, la moral no evoluciona, sino que es la cultura humana, el vivir en grupo quienes cambian de idea respecto a lo tolerable o intolerable, según las novedades que presente nuestro entorno, pues lo moral no reside en el interior de nuestro cerebro sino en las redes, los nudos y vínculos que forjamos con los demás.

Nota liminar.-

Agradezco a Jose Carlos Aguirre sus aportes sobre el problema de la teleología, tan necesarios para entender algo de este post.

8 comentarios en “¿Evoluciona la moral?

  1. En tu post me parece que subyace todo el tiempo una distinción clave: 1º La Evolución como una adaptación a un medio ambiente cambiante, no dirigida a un «lugar» concreto, sin dirección ni voluntad, y con un sustrato biológico – cerebral – genetico FRENTE A 2º El progreso como una reducción de la incertidumbre de la vida humana y por ello dirigida por los deseos comunes a todo ser humano (vivir mas con menos enfermedad, violencia, privaciones…) y con un sustrato mas cultural – moral -vincular….

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  2. «Matar es algo implícito en la naturaleza humana, algo que nos viene de serie», dice PT. No estoy nada seguro de que sea así. Lo que nos viene «de serie» es pelearnos, no matarnos. Los leones, toros, gansos, carneros y gorilas, pelean mucho unos con otros, pero muy rara vez se matan. El problema es que los hombres, además de ese impulso a la lucha con congéneres, heredamos el impulso y la capacidad de proveernos de herramientas. El problema con las herramientas es, de una parte, que resuelven demasiado pronto, como para que dé tiempo a intervenir a los mecanismos de inhibición, que suelen actuar en las fuertemente ritualizadas peleas entre congéneres, y, de otra, que el empleo de herramientas no es compatible con el tipo de escenificaciones agonísticas en las que esos mecanismos de inhibición tienen encaje. En consecuencia, la especie humana hubo de completar la dotación genética de que era poseedora en materia de mecanismos de limitación de conductas agresivas, con mecanismos de tipo cultural. La evolución de este último tipo de mecanismos culturales, guarda bastante correspondencia, a mi juicio, con las evoluciones económicas y tecnológicas que intensifican las repercusiones negativas de la violencia mortífera entre grupos de seres humanos (lo cual ocurre cuando la tecnología bélica se sofistica, o cuando el surgimiento de una economía compleja, de base comercial, impone interacciones en un marco geográfico extenso en el que conviven etnias y tribus diferentes). Jared Diamond refiere en «Armas, Gérmenes y Acero», que entre los habitantes de las tierras altas de Nueva Guinea, era corriente que, cuando en el transcurso de un viaje se encontraban dos desconocidos, se aplicasen concienzudamente a deslindar sus linajes, con la esperanza de que se cruzasen en algún punto. Si este repaso de las respectivas genealogías no conseguía establecer algún grado de parentesco entre los dos desconocidos, cada uno de ellos tendría que vivir con el temor de ser asesinado por el otro -si no se decidía a adelantársele- pues el código moral por el que se regían no establecía ninguna clase de obligación hacia personas ajenas al grupo familiar. Si en esa región montañosa de Nueva Guinea se hubieran dado las condiciones para que surgiera una economía compleja, de base comercial, sobre un territorio extenso y una población numerosa y diversa, es posible que hubiera surgido entre ellos ese código moral, de carácter universalista, del que carecían, y los misioneros cristianos hubieran tenido poco éxito entre ellos.

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  3. Una piedra no es exactamente una herramienta, pero no forma parte del equipamiento «de serie» con el que venimos al mundo. Una mano humana, complementada con una piedra puede matar a alguien rápidamente, y eso cambia radicalmente las reglas del juego. Sin la piedra también es posible que una persona mate a otra, pero lo normal es que antes de completar la cantidad necesaria de golpes de mano o puño, mordiscos, etc., necesaria para obrar ese efecto, entren en acción mecanismos inhibitorios. El tipo de violencia mortal sobre congéneres que se puede observar en otras especies de mamíferos superiores suele cebarse en las crías (leones y chimpancés, en los conflictos territoriales, suelen matar a los cachorros del grupo enemigo). El tiempo es un factor clave, y también lo es la -digámoslo así- coreografía del acto agonístico. Cuando la agresión deviene rapidamente en muerte del agredido, los mecanismos inhibitorios no tienen tiempo a actuar. Eso ocurre cuando el agredido es un espécimen especialmente indefenso (es el caso de las crías), cuando la desigualdad numérica es muy grande, o cuando intervienen armas. La «coreografía» también se ve afectada; no se utilizan las mismas tácticas si se usan armas o no se usan, tampoco se escenifica igual un combate singular, que uno en el que se enfrentan muchos contra uno, o muchos contra muchos.

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  4. De acuerdo con eso, los mecanismos inhibitorios se crearon ex novo a tavés de la aparición de las herramientas. Nosotros heredamos esa particularidad del «habilis», por tanto cuando digo que el sapiens viene de serie equipado para matar quiero decir que con el uso de herramientas o sin ellas sabe como hacerlo. Lo que cuento en el post es que a pesar de todo, parece que vamos en la direccion de matar menos.

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  5. Yo diría que es al contrario, señor Traver: los mecanismos inhibitorios existían antes de la adquisición de herramientas… y siguieron existiendo después. Lo que obraron las herramientas fue una disminución en la eficiencia de los dichos mecanismos inhibitorios, a consecuencia de hacerse más rápido el acto de dar muerte a otro (disminuyendo el tiempo de que disponen esos mecanismos para entrar en acción) y de cambiar la «coreografía» del acto agonístico (esas inhibiciones están vinculadas a un tipo de «danza» específica, y no tienen porque funcionar con otra). En cuanto a que vayamos en la dirección de matar menos, me parece plausible. Cuando menos no vamos en la dirección de matar más. A medida que las sociedades se hacen más complejas; a medida que los individuos y los pequeños grupos se van haciendo mas dependientes unos de otros, en ámbitos geográficos cada vez más extensos, los costes de la violencia se van haciendo mayores, y a ese proceso acompaña una extensión del campo de obligación moral (un montañés de Nueva Guinea sólo necesita llevarse bien con los aldeanos que son sus vecinos; un habitante de una gran ciudad japonesa o estadounidense -considerando la dependencia en que se encuentra respecto a bienes y servicios producidos en lugares lejanos, por gente ajena- en algún modo necesita llevarse bien con todo el universo). Naturalmente, los mecanismos morales de inhibición de la violencia pueden fallar, y volar todo por los aires -como ocurrió hace setenta años en Europa- pero, en general la tendencia debería ser hacia un reforzamiento de su eficacia.

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  6. Muy buenas ideas que utilizaré para escribir otro post a propósito de estas cuestiones. Y veo que me expliqué mal: mi idea es que los armamentos y las inhibiciones coevolucionaron y dado que nosotros venimos mal dotados de serie para la lucha (esta es una cuestion que sigue abierta en tanto en cuanto no está claro como sobrevivimos en entornos ancestrales), es muy posible que el invento de las armas (que e suna tecnologia) y por tanto corre a mas velocidad no produjera las suficientes adaptaciones paralelas de los sistemas inhibitorios correspondientes. Asi tendriamos un paisaje donde el hombre hoy con solo apretar un gatillo puede hacer una masacre pero es incapaz de resolver sus diferencias de otra forma mas inteligente. Es como si nos faltara algo en nuestra evolución y ese algo solo puede aprenderse ex novo como un aprendizaje social.

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  7. Resolver las cosas de una manera más inteligente es posible; por desgracia también es posible «estropearlas» de una manera más inteligente. Quiero decir que no se puede excluír la posibilidad de que el germen de la discordia se halle tan presente en las funciones superiores de la inteligencia como en los instintos que hemos heredado de los reptiles. Los entes biológicos llevan inscrito el germen de su destrucción, y es posible que el germen de destrucción de esa sociedad humana compleja, fundada sobre exigentes códigos morales, de alcance universal, resida en esa semilla de discordia que existe en el núcleo de esas funciones intelectuales superiores que los han producido. En cualquier caso, hasta que llegue ese «día del juicio final» en que ese mecanismo de autodestrucción haga colapsar completamente el sistema, esos funciones superiores deberían proporcionar cada vez mejores instrumentos para gestionar estos problemas.

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