Jimenez Losantos, Nestor Szerman y Raul del Pozo el viernes pasado en el Congreso de patología dual.
Ayer sábado terminó en Madrid el XIV congreso de patología dual al que asistí para conocer las novedades que se cuecen entre aquellos que las tejen, los clínicos. Lo cierto es que no hay ninguna novedad, más allá de la progresiva demonización que persigue al tabaco y al hábito de fumar que ahora si, dispone de un tratamiento farmacológico –la vareniclina- que por cierto no está financiado por la seguridad social y que funciona también como ansiolítico. De modo que si no es usted rico y quiere dejar de fumar lo mejor es optar por la vieja y castiza fórmula de «por mis huevos»que tan buenos resultados daba antes de que se supiera tanto sobre los receptores nicotínicos.
Pero no es de tabaco, ni de drogas ni de receptores sobre lo que voy a hablarles en este post sino de la dualidad, un poco homenajeando al congreso de Madrid.
Lo primero es pues definir ¿qué es esto de la patología dual?
Pues la patologia dual es cuando una persona tiene una adicción que se solapa con una enfermedad psiquiátrica cualquiera. Se trata pues de un artificio creado por los clínicos para dar visibilidad a algunas personas que se encuentran en los guettos del sistema, me refiero a los toxicómanos o drogadictos que -por si ustedes no lo saben- tienen una red asistencial propia: la red de toxicomanías, segregada de la red sanitaria convencional. La patologia dual es pues un invento para señalar la obviedad de que los drogadictos también pueden enfermar de otras cosas junto con otra obviedad: un enfermo mental puede también consumir sustancias (de hecho es lo más frecuente). De lo que se trata es pues de convencer al personal de la politica y al personal médico de que lo mejor sería tener una sola red y no dos, de ahi lo de dualidad.
Pero por lo que hablé en Madrid con otros colegas procedentes de distintos sitios de España las cosas aun están muy verdes en lo de la integración, de modo que aun hay servicios financiados por ayuntamientos arruinados, diputaciones fantasmales y sobre todo recursos muy dispersos, mal coordinados y sobre todo redundantes.
España sigue pues estando invertebrada y aqui no parece haber gobernante que le eche mano al tema de las vértebras. Es por eso que necesitamos urgentemente un buen ortopeda.
De manera que no hay sitio mejor para hablar de dualidad que en un congreso de patología dual siempre que nos olvidemos de aquello de la comorbilidad, de la evidencia de que ciertas enfermedades pueden coexistir y de hecho lo hacen no solamente en psiquiatría sino en toda la medicina y que si hay dualidad no es tanto por inventarse un nexo de unión sino porque la separación crea dicotomias y aqui la dicotomia nos viene de serie.
Pero lo más interesante en un congreso donde el único interés procede de la dualidad es que se hable de dualidad y no tanto del tabaco y la ansiedad, cosa que todo el mundo sabe que existe y por eso fuma. Lo mejor del Congreso, digo, fue una conferencia que dieron a alimón Federico Jimenez Losantos y Raul del Pozo, dos periodistas, tertulianos, pensadores, intelectuales, agitadores de conciencias, comunicadores ilustrados que platican a diario y que saben bastante más que nosotros de adicciones y de adictos al menos a la politica y por tanto interlocutores ideales para responder a la pregunta que titula este post y de paso ver si esta adicción -de existir- coexiste con la locura, que me da a mi que si. Uno de izquierdas y otro de derechas que enseguida se metieron en harina para tratar sobre la manía que el personal tiene de ser de derechas o de izquierdas, ser dual, en definitiva.
La intervención de Jimenez Losantos fue desde luego antológica, pues empleó en su argumentario a Freud y a Lacan para refrescarnos algunos conceptos que unos habian olvidado y otros sencillamente nunca oyeron hablar. Nos habló del ideal de Yo y del Yo ideal, de la forclusión y del repudio (verleugnung) hasta en alemán se lo sabía el culto radiolocutor, una audiencia estupefacta asistía a un insólito hecho: por primera vez en un congreso de esta naturaleza se hablaba de psicoanálisis. Esta desde luego fue una de las guindas de Jimenez Losantos. Nos habló de Zapatero, de Cataluña y de Convergencia, de Más, de Rajoy, de Mugica y de Gallardón y les puso como ejemplo para que entendieramos que el Yo ideal es siempre de izquierdas, reducto de las utopías, de los ideales y preñado de narcisismo instintivo, de principio del placer y por contra el ideal del Yo es un constructo bien distinto relleno de lideres, cultos carismáticos y teístas, instrumento de la dependencia, principio de realidad y de la tradición. En realidad ambos constructos -segun Freud- forman parte de una estructura de mayor nivel de definición y a la que conocemos con el nombre de Superyó.
Lo cierto es que me pareció de lo más acertada esta idea para señalar que el ideal del Yo y el Yo ideal son ejes de crecimiento de la personalidad politica entendiendo que los constructos «izquierda» y «derecha» son imaginarios, es decir no existen, sino que nos vienen determinados culturalmente. Pero es verdad que a las personas nos orientamos políticamente a través de rasgos caracteriales de estirpe biológica, asi unos son más conservadores mientras que otros son mas «progresistas» lo que en terminos biológicos tendría que ver con el apego y con la orientación con respecto a la autoridad.
Unos serian más obedientes o conformistas y otros más rebeldes, unos más apegados y otros más desapegados, es lógico pues nuestra estirpe evolucionó como consecuencia de haber mantenido grupos sociales de un tamaño entre 80-100 individuos, mas allá de este tamaño los recursos se hubieran consumido antes y es por eso que la evolución dispuso que algunas personas obedecieran ciertos estímulos a fin de segregarse de sus comunidades de origen. Pero no bastaba con la segregación, hacía falta además que otros les siguieran, pues de nada hubiera servido que uno o dos iluminados se desgajaran de la comunidad sin arrastrar en su fuga a otros. Y de ahi que nuestro instinto gregario tenga además otro resorte: nos encanta seguir a otros, a esos que parece que saben donde van. Desde la caverna pues que existe la política, la inventó aquel que optó por la bifurcación, alejarse o tomar este camino y no aquel que ordenaba la tradición establecida.
Las utopías desde luego no llevan a ninguna parte pues de lo contrario no serán utopías sino topos sin descubrir, y como no hay manera de saber el camino sin andarlo (al menos en tiempos ancestrales) es lógico que el personal haga equivaler su utopía personal con algun lugar o estado felicitario que está en alguna parte y que sólo hace falta descubrir.
De manera que nuestra especie no tiene adicción alguna a las derechas o las izquierdas sino ciertos cultos ancestrales que cada uno trata de una forma: «Dios, la patria y el rey», como dice el slogan carlista y que hoy podriamos traducir por religión, estado y gobernantes. Lo más peligroso es cuando estos tres poderes se confunden y toman prestados elementos del otro, algo que sucede en el fundamentalismo o integrismo, pero no menos peligrosa es la hipertrofia de uno de esos poderes como sucedió en la Alemania nazi con el culto casi religioso al lider. Todo parece indicar que la mejor manera de gestionar estas tendencias al abuso de poder -que este triunvirato de pulsiones lleva a cabo en la vida de los individuos- es llevarlos a un bajo perfil.
Algo así como si dijéramos el mejor gobernante es el que no se nota, la mejor religión la que no tiene fieles civiles, el mejor Estado el que no tiene ni busca tener amenazas externas. Estoy pensando ahora en los paises nórdicos, ¿alguien sabe cual es el primer ministro de Finlandia? ¿Alguien sabe cual es la religión mas practicada en aquel pais? ¿Alguien se sabe la estructura del estado de Finlandia?
Esta es la razón por la que Raul del Pozo sentenciara que Rajoy es un buen gobernante porque no hace nada. ¿se imaginan ustedes el lio que podría armarse en España si anduviera de primer ministro algún iluminado, prisionero del Yo ideal como Gallardón (aun siendo de derechas)?
Jimenez Losantos terminó su intervención dando el turno a las preguntas de los asistentes (algo de agradecer) y tambien para señalar que la catatonia de Rajoy no es una buena estrategia para los tiempos que corren y que ni tanto ni tan poco.
En conclusion no existen adicciones a la politica, solo existen adicciones a nosotros mismos, o dicho de otra manera: que una vez establecida una manía nos dedicamos a seguirla y perseguir a las contrarias.
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