La politica es la disciplina que se ocupa de mediar entre intereses distintos y a veces opuestos. Cada persona, cada sexo, cada edad, cada circunstancia personal o laboral generan intereses diversos que hacen que cada cual se sienta rodeado, maltratado, incomprendido o exiliado por los intereses ajenos.
Todos tendemos a pensar que nuestros intereses son genuinos mientras que los intereses ajenos son casi siempre sospechosos o enroscados en la mala fe.
Hombres y mujeres mantenemos intereses bien distintos respecto a muchas cosas (sexo, familia, autoridad, amistad, dinero, etc) y esta es la razón por la que los sexos se baten en una guerra sorda y nunca declarada desde el origen de la humanidad, dado que desde lo politico es «imposible beneficiar a uno de ellos sin perjudicar al otro».
Y eso mismo sucede en cualquier ámbito de nuestra vida, si mejoramos a los empresarios y al «mercado de trabajo» perjudicamos a los empleados, si aumentamos los controles alimentarios pejudicamos a los consumidores, si forzamos a los bancos a pagar «impuestos» serán en ultima instancia los ahorradores quienes corran con los gastos de las comisiones. Gobernar es pues elegir damnificados, es imposible hacerlo al gusto (interés) de todos y siempre habrá perjudicados y beneficiados en todas las decisiones politicas sean estas cuales sean.
Todo parece dispuesto de tal manera que se trate de un juego de suma cero, lo que ganan unos lo pierden otros.
Los perjudicados suelen ser sin embargo visibles porque siempre protestan, se sienten indignados, se organizan, se asocian, hacen -por asi decir- oposición aunque en realidad la oposición que hacen no suele desvelar sus propósitos o sus propios intereses de forma directa sobre todo en ausencia de liderazgos. Una cosa curiosa que tienen los intereses es que suelen ocultarse. Está mal visto tener intereses y es por eso que casi siempre se ocultan tras el velo del bien común y son interpretados por el adversario como prueba de maldad.
Asi por ejemplo la reforma del mercado de trabajo «mejorará nuestra competitividad». Despedir a los interinos disminuirá nuestra deuda u ordenará el sistema publico, privatizar las autopistas nos ayudará a hacer disminuir nuestros débitos estatales, etc, pero todo ello se hace en bien de sostener el sistema y se niega en todo caso el propósito de desmontarlo. En realidad todas estas ideas ocultan la verdadera intencionalidad politica que representan, se trata en cualquier caso de mejorar a ciertas capas de la población para empeorar a otras. Es obvio que los interinos despedidos, los trabajadores en paro, los pensionistas o los transportistas serán los más perjudicados en un mundo donde se aplicaran a rajatabla aquellas recetas de «sostenibilidad».
Dicho de otra forma: dado que todos tenemos intereses y todos queremos imponer los nuestros intereses a los ajenos, se impone una lucha politica continua y constante donde los partidos tradicionales representan en teoria la «lucha de clases» entre el mundo de los intereses empresariales o financieros y los intereses de los asalariados, asi a grosso modo. Los politicos son los árbitros de estos desencuentros de intereses, unas veces contentan a unos y otras veces a otros y casi siempre a sí mismos pues ellos mismos también tienen intereses.
Pero no es de la lucha de clases de lo que quiero hablar aqui sino de la lucha de sexos que ya esbozé en este post a propósito del matriarcado y del patriarcado, dos modelos en perpetua guerra al tiempo que en continua negación de la misma.
No cabe ninguna duda de que basta echar un somero vistazo a la historia de las relaciones entre sexos para afirmar que la mujer ha sido una perdedora histórica en esta guerra (aunque nunca por goleada) y que el patriarcado se impuso al matriarcado hace ya tantos años que no vale la pena ni recordarlo. Pero el matriarcado no está desaparecido, ni inactivo o fenecido y coexiste con el patriarcado ocupando cada vez más espacio en el imaginario de las personas individuales. Baste con ello recordar que tradicionalmente el destino de los hijos ha estado y está en manos de sus madres tal y como el mito sobre el reparto del mundo desde el orden Olimpico ya hacia prever.
Ambos modelos coexisten, uno tras las bambalinas del hogar y lo privado y otro -a cara descubierta- en lo público.
Pero algunos sufren en publico lo que antaño sufrieron en privado y es entonces cuando el sufrimiento se convierte en una entidad clinica, pues es algo destinado a mostrarse.
Históricamente se le llama histeria.
Desde la época de Hipócrates se conocen bien las relaciones entre la histeria y la condición femenina. Sin embargo hoy sabemos que la histeria no es una enfermedad sino una constelación de circunstancias políticas, materiales, psicológicas y traumáticas derivadas de la condición femenina (aun en los hombres) y sus vicisitudes. Mas concretamente la histeria es un cluster de síntomas fisicos (inexplicables), estilos de carácter (demostrativos y superemotivos), conflictos de pareja, de rol o valor y discontrol conductal bajo estrés que muestran a veces tintes ambivalentes o inexplicables; con menos frecuencia aparecen sintomas psíquicos (casi siempre disociativos) pero lo más común es que cuando hablamos de histeria estemos hablando de aquella constelación sin prejuzgar patologia alguna.
Es por eso que algunos investigadores asimilan aquella constelación al nuevo concepto de no-enfermedades (Smith, 2002) para referirse a ciertas variedades de sufrimiento con sintomas diversos, cambiantes y proteicos en ausencia de daño fisico. Es tratar un malestar con recursos sanitarios con lo que no se consigue sino un super labeling (etiquetado) que empeora las cosas.
La histeria puede considerarse una sopa de síntomas y actitudes destinadas a ser vistos, a mostrarse a fin de obtener alguna ventaja o prebenda, reconocimiento o visibilidad respecto de un sufrimiento, pero para que este fenómeno pudiera darse fue necesario un cambio (o mejor un velamiento o blanqueamiento) de ciertas relaciones de poder. Más concretamente de las relaciones de poder entre los sexos, algo que sucedió en el siglo XIX con el advenimiento de la modernidad. Un siglo de epidemias de histeria en toda Europa.
La histeria nació como un malestar fisico sin evidencia alguna de daño fisico y que lleva casi siempre adosada la suposición de algo que acaeció mucho antes resulto causal con la sintomatologia actual. Es por eso que histeria lleva adosada la suposición de que hubo un trauma previo, sin embargo la evidencia de que el citado trauma no siempre resulta evidente no debe hacernos olvidar que la histeria es sobre todo una reivindicación, una forma de protesta femenina frente a las relaciones de poder histórico-culturales que aun hoy podemos rastrear en sus origenes y relacionadas con la emergencia de la modernidad; o lo que es lo mismo con la emergencia del Yo subjetivo femenino que pugnaba por abrirse paso a la visibilidad social y que ha venido en llamarse literariamente el efecto Bovary: la emergencia de una subjetividad.
Ahora bien, lo sorprendente de este malestar femenino no es tanto que hallara su expresión en la enfermedad sino que muchas de las defensoras de los derechos femeninos reivindiquen aun hoy sus malestares como enfermedades «genuinas».
En un post anterior muy polémico que escribí sobre la fibromialgia (una forma de sufrimiento femenino vinculado al dolor y a la fatiga) ya propuse la idea de que esta enfermedad estuviera ocultando una protesta femenina tal y como las histéricas de Freud realizaron en su momento -con parálisis y sintomas disociativos- tras ser «condenadas» a cuidar forzosamente de sus padres.
Los déficits sensoriales de antaño ya no resultan demasiado convincentes y la patología ha mudado en la presentación de la queja. Ahora es el dolor y la fatigabilidad extrema lo que se muestra al médico.
Lo realmente curioso de este fenómeno es que se sostienen teorias peregrinas para explicarlo, y no sólo eso sino que se rechazan otras teorias que tratan de explicar la fibromialgia o el sindrome de fatiga crónica desde la óptica politica -en los que el psicoanalisis ha escarbado- en relación con los juegos de poder.
¿Por qué un malestar politico se convierte en un malestar sanitario?
Lo cierto es que es más probable obtener ventajas de una enfermedad que de una postura politica. El reconocimiento de «enfermas verdaderas» -como antaño sucedió con la histeria- es precisamente lo que los médicos les niegan a estas pacientes y quizá por ello se ha convertido en una reivindicación asociativa, tal y como podemos ver en esta página donde se niega todo saber a los que más saben y en su lugar aparece una confusa explicación del malestar a la vez que se niega la posibilidad de cualquier psicogénesis. Ellas quieren tener una enfermedad orgánica como las demás.
Las pacientes que sufren estos malestares no sólo rechazan la etiqueta psicógena explicativa de su malestar sino que además mantienen teorias víricas exóticas sobre la misma. Y no solo las mantienen sino que las reinvindican como si de una causa politica se tratara. Es la primera vez en la historia de la medicina donde los enfermos sostienen teorías sobre el origen de su enfermedad distintas a las que los médicos propugnan.
Estamos pues ante un conflicto de intereses.
Las enfermas quieren ser diagnosticadas de una enfermedad médica somática (no psiquiátrica) y los médicos no hallan causa orgánica que explique aquel malestar. Aunque naturalmente siempre encontrarán quien les de la razón.
Después de todo eso, me gustaria explicar una cuestión fundamental: malestar no significa enfermedad, pero que no exista enfermedad no deslegitima el malestar. Aun más, diria que lo pone en su lugar. ¿Pues cual es el lugar de un malestar de género o un malestar de clase? Creo que debe ponerse del lado de la politica y no del lado de la clinica.
¿Cómo se construye un cerebro asustado y una mujer exhausta?
No hace falta invocar ni traumas, ni abusos sexuales, ni contrariedades mas allá de lo razonable de esas que encontramos en el TEPT y que muchas veces ponen patas arriba nuestra capacidad de adaptación. Nuestro cerebro tiene límites y llevados al extremo todos nos podemos romper. Pero en este tipo de casos no vamos a encontrar ninguno de estos sucesos perturbadores salvo en las excepciones. Lo que yo he encontrado en estas personas es una enorme capacidad para poner en marcha alarmas ancestrales (de las que hablé aqui) contra el dolor y contra el sufrimiento y muchas veces en ausencia de una realidad objetiva amenazante.
Una infancia descuidada, donde se pasa frio o calor, hambre o temor. Temor a la enfermedad, temor a que el padre no vuelva, amenazas de abandono, matrimonios en crisis, incapacidades o enfermedades familiares, sobrecargas en la crianza, separaciones forzosas, problemas económicos, trabajos en edades donde nadie deberia trabajar, conductas forzadas por los padres, un ambiente autoritario o demasiado laxo y permisible, castigos y en suma incertidumbre. Todas estas circunstancias propician los apegos inseguros, ansiosos o ambivalentes que a la larga generan patologias del carácter sutiles presididas por el temor, la aprensión, el rencor o la evitación.
Un cerebro asustado genera dolor anticipadamente y genera cansancio del mismo modo para evitar los esfuerzos.
Aqui hay una buena serie de posts destinados a la fibromialgia, la histeria del siglo XXI.
La mayor causa de enfermedades mentales no hay que ir a buscarlas en los genes o en los abusos sexuales en la infancia sino en la desigualdad, en el infortunio y en el maltrato.
La rabia es la emoción princeps en la fibromialgia. Algo que nos retorna irreconocible con el disfraz de la enfermedad.
Bibliografia.-
In search of no disease. Smith R, 2002.
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