El constructo psicoanalitico de Superyó se refiere a la capacidad de los seres humanos de construir estructuras psicológicas inhibitorias de otras.
¿Inhibitorias de qué?
De aquellas que abandonadas a sí mismas se traducirian en agresión.
Freud identificó el SuperYo como la parte moral del individuo pero es algo más complicado que todo eso, puesto que lo moral es en cierta forma electivo y fruto de nuestra vida consciente mientras que el constructo del Superyó es fundamentalmente inconsciente.
Y es algo que procede la coerción impositiva de la educación, de las primeras prohibiciones que proceden de madres y padres, de nuestros educadores, es por eso que el Superyó es siempre tiránico pues es algo que se interioriza a la fuerza.
Precisamente en este esquema podemos observar como existen estructuras neurobiológicas (en rojo) destinadas a inhibir las excitaciones que proceden de la corteza y también como la corteza puede comportarse inhibitoriamente con el cerebro profundo (ganglios basales).
Es algo que se sabe desde antiguo y a través de experimentos con animales. Si seccionamos estas vias lo que sucede es que los animales en cuestión sufren ataques de furor y/o perdida del miedo. En cualquier caso es obvio que estas vias inhibitorias son absolutamente necesarias para la vida y la autopreservación.
Dicho de otro modo: la inhibición de ciertas conductas es necesaria para preservar la vida.
Y no es posible establecer estas inhibiciones sin una amputación del goce individual. Es por eso que todo Superyó contiene un germen de tirania como veremos a continuación.
Las primeras prohibiciones proceden de los padres y de un meme fundamental. El «No». «No hagas esto», «esto no se toca», «esto no se hace». Es por eso que los niños en un momento determinado se pasan el dia diciendo «no». Significa que ya han interiorizado esa semilla memética inhibitoria que enterrada debidamente en ese magma adual que es el cerebro del niño dará como resultado a largo plazo la construcción de categorias inhibitorias sobre el placer individual. Y no sólo eso sino también que estas estructuras meméticas enterradas en el fango del inconsciente será siempre sentido como algo externo, tiránico y forzado. En el caso, claro está, de que estas semillas hayan conseguido establecerse en la tierra del cerebro y den frutos socializados a largo plazo.
Esas semillas son siempre órdenes. nóes, imprecaciones, insultos y comentarios negativos sobre la conducta del sujeto. Lo sabemos a través de las alucinaciones auditivas de los esquizofrénicos, que tal y como comenté en este post son específicas respecto a otro tipo de alucinaciones.
Son como esas voces de mando de ciertos sargentos que tan famosos se han hecho con las películas de adiestramiento de marines en USA.
Los militares saben bien de que va esto de las órdenes. Saben que la mejor forma de mantener la disciplina en un grupo de personas en adiestramiento es precisamente la de gritar. Sin gritos no habría obediencia irracional. Y lo es precisamente porque la emoción colérica adherida a la orden concreta, asi como la humillación, la critica o el insulto es como el inconsciente entiende que está recibiendo una orden que ha de ser obedecida. Y lo sabe precisamente por las semillas que integró mientras crecia.
Y todo sucede de un modo fisiológico, para entenderlo mejor será observar a Carlitos, el hijo de Juan y Maria una pareja con la que estuve tomando copas en su casa recientemente. Cenamos alii, y después de cenar hubo que dormir y acostar a Carlitos que naturalmente no estaba dispuesto a rendirse fácilmente. Salió de su cuarto tres veces y las tres se llevó una amonestación: » los niños no están cuando los adultos hablan». A la tercera vez el padre, le cogió de la mano , le dio una zurra en el culo y se lo llevó de vuelta a la cama. Antes habia intervenido la madre de una forma menos intensa. Carlitos mientras se dormia y según declaración del padre susurró: » los niños no están dónde los adultos hablan».
Carlitos habia interiorizado, el meme del «no».
El problema es que estos memes no se interiorizan solos, sino que tal y como sucede con los sueños llevan colgando restos de otros memes similares, imágenes, estados emocionales y sentencias adheridas. El meme del «no», se enterrará en aquel magma indiferenciado que es el cerebro de un infante hasta que se active en una situación similar que por sinergia active el meme esencial. Esta es la razón por la que los memes enterrados no son específicos, sino que se encuentran contaminados por otras cadenas semánticas.
Carlitos en el momento que haya interiorizado el meme esencial que procede del padre, el meme de las prohibiciones podrá hacer diversas operaciones con aquel: una posibilidad es que lo acate y siga creciendo, otra posibilidad es que lo repudie y siga poniendo a prueba la paciencia de su padre y otra posibilidad es que lo reprima y se defienda a través de ciertas defensas cada vez que sea interpelado de la misma forma.
La única forma de crecer es la primera, el resto son soluciones de poca monta que llevan a la neurosis. Los memes enterrados siempre y cuando sean integrados en estratos superiores de la personalidad darán lugar a inhibiciones creativas y adaptativas, el resto están destinados a la disociación, a la escisión y a darse trompicones cada vez que el sujeto sea interpelado por una autoridad.
Naturalmente con esto no quiero decir que la mejor forma de educar a un niño sea a través de castigos, zurras en el culo o lo que ahora se llama «time out», una especie de periodo de reflexión a solas. No cabe ninguna duda de que la mejor forma de educar es a través de la calma y la firmeza, con una estructura de limites bien dispuestos y predecibles.
¿Sabemos hacerlo?
El problema es que para saber educar es necesario haber sido bien educado, es decir haber interiorizado sin rencor a nuestro propio padre, pues la defensa más usual es pretender educar a nuestros hijos de una forma completamente diferente a la que nosotros fuimos educados. Si aun mantenemos la opinión de que fuimos educados tiránicamente por nuestro progenitores tenderemos a educar a nuestros hijos a través de la negociación (imposible en un niño de corta edad) o bien a través de la indulgencia: el peor favor que podemos hacerle a un niño.
La indulgencia crea monstruos invertidos con respecto a la represión.
Me gusto mucho este post, muy fácil de entender, esclarecedor, pero al mismo tiempo, muy difícil de seguir para cierto tipo de padres, que como bien dices, tampoco han sido educados de la mejor manera. Se me antoja entregarle un copia del post a cada uno de los padres de los niños que veo, pero sospecho que no me harán mucho caso… Primero tengo que educar a los progenitores lo cual es parte de esta profesión imposible.
Un aplauso Paco, eres un gran defensor de estos «locos bajitos a los que por su bien hay que domesticar» (Serrat dixit).
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Crei que iba a encontrarme con la canción de Serrat 🙂
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Yo no sé mucho de instrucciones militares pero me parece que lo que sale en las películas americanas con el sargento instructor dando gritos y pidiendo a los soldados que alcen la voz cada vez más mientras pronuncian la ya famosa frase: SEÑOR, Sí, SEÑOR… poco tiene que ver con la educación en general y sí con el aborregamiento . Tampoco creo que aquí, en España me refiero, se haga la instrucción de esa manera. Ningún alto mando necesita alzar la voz para que le obedezcan, porque si fuera así significaría que entonces los soldados no entienden la estructura, no han comprendido la jerarquía y es en esta comprensión en donde se encuentra la buena educación; esto un chaval de como mínimo 18 años ya lo tiene que haber aprendido ¿ ?
«Sin gritos no habría obediencia irracional» Esto es lo que dices en el post, y es cierto. Por tanto de lo que se trata es de que las normas no deben ser gritadas para ser respetadas sino entendidas y para ello lo mejor es no gritar nunca. Cuando gritas pierdes autoridad, una orden bien entenida y aclarada dicha en voz normal tiene una contundencia infinitamente mayor y de esa manera no hace falta zurrar a nadie, a gritos sí.
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En el inconsciente siempre hay gritos, ordenes, exclamaciones, interpelaciones, interjecciones, imprecaciones y aspavientos. Se trata de palabras que se cayeron de la red semantica que las contextualizaba y las formalizaba, de un fracaso de la corticalización. De eso va este post.
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Pues entonces el superyó está preparado para la supervivencia, como un marine al que se entrena para que cumpla órdenes sin necesidad de que las racionalice, no se necesita que piensen sino que actuén según los gritos, imprecaciones u órdenes que se reciba porque en la contienda si se piensa no se actúa y en ello puede irle la vida. Sólo hay que confiar ciegamente en que esas órdenes son las correctas Pero… En buena lógica, ¿ no debería la mente del orador conocer la sustancia del tema sobre el que se dispone a hablar ? PLATÖN, Fedro.
Esa es la cuestión, en la contienda no se habla.
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Pues a eso me refiero, una cosa es como siente en un nivel profundo nuestro organismo ancestral y otra cosa como lo formaliza nuestra parte racional. Para el inconsciente solo hay ordenes tiránicas y seguramente injustas, para la corteza cerebral modulaciones y matices.
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