¿Quién soy yo?

Ahora que estamos en verano y si tiene usted la suerte de no estar viviendo en una ciudad con toda esa contaminación lumínica a su alrededor que suele acompañar a las ciudades le recomiendo que mire el cielo. Y que descubra si aún no lo había visto antes la enorme cantidad de estrellas que tenemos en nuestra galaxia (varios cientos de miles de millones) aunque de todas ellas sólo unas pocas son visibles. Pero no importa cuantas ve, porque este post no va de astrología ni pretendo enseñarle a mirar el cielo. Este post en realidad no va de cosmología sino de filosofía aunque naturalmente abordaré quizá algun aspecto de cosmología general para ilustrar un hecho fundamental: toda esa luz que usted contempla cuando mira las estrellas procede de lugares remotos y de un espacio-tiempo que ya no es, toda esa luz que usted percibe pertenece al pasado puesto que la estrella más cercana a nuestro Sol, –Proxima Centauri– está a cuatro años-luz, y después de esta ya tenemos que empezar a contar las distancias en cientos de años-luz.

Cuando usted mira el cielo estrellado está usted mirando pues al pasado.

Un poco lo mismo que cuando nos observamos a nosotros mismos y este es precisamente el giro que quería dar ahora a este post. Cuando nos autoobservamos también estamos mirando al pasado aunque no somos demasiado conscientes de ello, igual nos pasa cuando miramos las estrellas: que creemos que están ahi encendidas como si fueran las lucecillas de una verbena, nada de eso, esas lucecillas que vemos ya no están alli, la verbena se terminó hace millones de años.

Y esa es la trampa que se encuentra oculta en el verbo mirar y sus correlatos, ver, observar o descubrir.

No sabemos mirar porque cuando miramos lo hacemos desde un concepto. Desde la neblina de esas gafas que nos impiden ver las cosas tal y como son, no importa si lo que miramos es un árbol o una flor, no importa lo sencillo que sea aquello que miramos: siempre lo hacemos desde nuestra previa categorización del mundo, la cosa ya se complica cuando miramos a nuestro prójimo y mucho más cuando nos miramos a nosotros mismos.

¿Y qué podemos aprender de eso?

Pues que nadie sabe como es en realidad porque siempre se mira a través de una abstracción, una abstracción de si mismo y ahora voy a conectar ya con el titulo de este post que es una pregunta ¿quién soy yo?

¿Y cómo saberlo si cuando nos miramos lo hacemos desde esas gafas conceptuales que llevamos puestas cuando miramos cualquier cosa? He hecho un pequeña encuesta entre mis conocidos y a la pregunta de quién soy yo, la mayor parte de respuestas obtenidas se acumulan y parapetan entre entre estos conceptos:

  • Un nombre, unos apellidos, un carnet de identidad como aquella canción de Serrat titulada «Que bonita es Badalona».
  • Un cuerpo, una cara, una presentación social.
  • Una profesión.
  • Un pueblo, un origen, una ciudad o entorno social, etnia o grupo.
  • Un estado civil, un hijo, un padre, una maternidad, una familia.
  • Una hazaña deportiva, una afición, un viaje, una aventura, un periplo.
  • Una obra literaria, científica, politica, etc.
  • Un carácter, una patología, una enfermedad, una forma de ser.

¿Ya se ha hecho usted a si mismo esa pregunta?. Bien, ahora imagínese que ha escrito cinco respuestas diferentes a esa pregunta en cinco diferentes papelitos y comience a descartar una por una sus respuestas. Al final se quedará con un ultimo papelito en sus manos. Esta ultima respuesta es el Yo que usted cree esencial, el resto, los descartes son Yoes accesorios, prescindibles. ¿Estamos de acuerdo?

¿Cual es su ultima carta?
Bueno no hace falta que me lo diga si no quiere pero le voy a dar la respuesta que dio Schopenhauer a esta pregunta. Schopenhauer era uno de esos pensadores que invirtieron gran parte de su vida en pensar sobre este mismo asunto que les planteo y que se debatió toda su vida en la contradicción de no importarle nada lo que los demás opinaran de él y que por consiguiente no leyeran sus obras y al mismo tiempo la necesidad -inconsciente diríamos hoy- de ser reconocido por sus coetáneos o al menos por la posteridad, algo que él mismo pronosticó. Por eso escribió su obra póstuma «Parerga y Paralipomena» un libro sobre aforismos y proverbios precisamente dedicado a este menester.

No hace falta que les diga que este señor ha sido uno de los pensadores y que más han influido en la manera en que nosotros hoy nos imaginamos el mundo, se puede decir que Schopenhauer era un ser obsesivo, misantrópico y excéntrico pero de tonto no tenia ni un pelo. Por ejemplo, el cayó en la cuenta antes de Freud que la sexualidad humana no sólo era importante sino que suponía el eje de torsión sobre el que se edificaba todo deseo humano: todo remitía en última instancia a la sexualidad. Pero su hallazgo filosófico más importante y por el que es reconocido académicamente hablando es que -como él mismo proclamaba- había resuelto el problema del noumeno kantiano.

Kant había sido su maestro y era en aquella época junto a Hegel uno de los bastiones de la filosofía alemana. Lo que Kant planteaba es algo que hoy ya no discute nadie: que la realidad que percibimos no es la realidad-real, sino aquella parte de la realidad que somos capaces de representar y que al ser representada se modifica. Kant dividió la realidad en dos partes: la realidad fenoménica de la que tenemos noticia a través de nuestros sentidos, por ejemplo de un dolor de vientre, o el picotazo de una abeja y la realidad noumenica es decir aquella parte de la realidad que no podemos representar y que escapa de este modo a nuestra percepción. Volviendo al ejemplo del árbol y la flor es evidente que cada persona ve un árbol o una flor distintos según su experiencia previa. Recuerden ustedes cuando vieron un árbol o una flor por primera vez, quizá algunos tengan la experiencia de recordar la primera vez que vieron el mar. Esa mirada de niño, inocente del que descubre algo por vez primera es la experiencia noumenica, pues sin experiencia previa no seria posible tener una experiencia fenoménica de qué cosa es el mar y esa primera mirada limpia de categorías ya no volverá a producirse nunca más.

Es por eso que la infancia es aquel lugar donde codificamos el mundo y es por eso que la infancia sea tan vulnerable a cualquier suceso que la perturbe.

Lo que Kant plantea es la imposibilidad humana de captar la realidad tal y como es pues en toda realidad existe algo noumenico que no está codificado, no está representado y es por tanto inefable. Y lo que decimos hoy es que nuestra percepción de la realidad contiene siempre un cierto sesgo que va aumentando cuanta más implicación emocional tenemos con lo observado. Por ejemplo solemos cometer más errores cuando observamos algo que nos desagrada que cuando contemplamos algo agradable. ¿Y qué decir cuando nos observamos a nosotros mismos y a nuestras razones?

La novedad que Schopenhauer introdujo en la teoría Kantiana es que hay algo en el noumeno que si puede ser apresado, no todo él es opaco o inaccesible para la experiencia mental humana. Y si puede ser apresado es porque tenemos un instrumento que nos lo posibilita, este instrumento es el cuerpo o como diríamos hoy en términos más psicológicos, la intuición, la subjetividad o la capacidad de anticipación.

Hoy sabemos que nuestra mente es un simulador intencional de acciones, es decir algo que va más allá que la experiencia pasiva y receptiva que Kant le asignó. La mente humana no solamente recibe inputs de la realidad sino que los crea constantemente y más que eso: a través de ese juego constante de inputs y outputs modificamos la realidad. O dicho de otra forma: la realidad no es algo objetivo e inamovible sino que interactúa con ese generador intencional que es nuestro cerebro y la modifica.

Schopenhauer tenia razón.

Pero seguramente al definir su Yo esencial también se fue por «los cerros de Ubeda» pues contestó a la pregunta que es el título de este blog de esta manera:
«Yo soy el autor de El mundo como voluntad y representación», su obra maestra donde aborda precisamente todas las cuestiones que he esbozado anteriormente.

Es indudable que esta obra ha tenido una gran influencia en la manera en que hoy entendemos la mente humana pero asi y todo lo que yo creo es que Schopenhauer se equivocaba al darle tanta importancia su obra.

Porque una obra no es lo que uno es sino algo que ha hecho.

¿Pero entonces qué es lo esencial en el ser?

Tal y como dice una amiga mía que responde al nombre de Ana di Zacco, el Yo esencial es un vacío con conciencia. O dicho de una manera más simple, lo que yo soy o usted  es, es el Ser replegado sobre sí mismo: ya lo dicen los físicos que el vacío absoluto no existe y que siempre se conserva algo de energía, seguramente esa energía que anima lo animado es precisamente lo que Schopenhauer llamaba la Voluntad y otros como Freud llamaron la líbido, otros el chi y otros de cualquier otra forma, pues ese vacío burbujea y se expande como dicen que hace el universo, se expande desde el principio de los tiempos que ahora se llama big bang o sea desde que decidimos nacer.

Pero ese vacío aspira a rellenarse, a veces le basta un nombre, una propiedad, una bandera, unas señas cualesquiera de identidad, pero es precisamente esa identificación la que nos separa de los otros y no sólo de los otros sino de la realidad, es por eso por lo que algunos como Krishnamurti se empeñan en decirlo:

De lo que se trata es de aprender a mirar.

Para aquellos que quieran aprender a ver las estrellas y no quieran tropezarse con sus recuerdos, sus condicionamientos, sus prejuicios o sus sesgos perceptivos les aconsejo lean este post donde recogí precisamente un texto de este autor y que se llama «El arte de ver».

El arte de mirar como si fueramos niños, mirar dentro de uno mismo: ahi está la clave tal y como dice este poeta zen:

Y que viene a decir que el Yo esencial es el Ser siendo

Como una espada que corta,
pero que no puede cortarse a sí misma;
como un ojo que ve, pero no puede verse a sí mismo.
La ilusión de la división proviene de que la mente intenta ser a la
vez mente e idea de la mente,
debido a un fatal confusión entre hecho y símbolo.
Para poner fin a la ilusión, la mente tiene que tratar de actuar
sobre sí misma.
Quietamente sentado, sin hacer nada,
llega la primavera y crece la hierba sola.

Cheng-tao Ke

En este video encontrará usted una explicación a esa pregunta ¿quien soy yo?, se trata de una conferencia de Francisco Varela sobre la conceptualización de su noción de emergencia y como el Yo a pesar de no existir y tampoco de existir es una experiencia tan intima y cercana.