El goce sin deseo

La libertad sexual ilimitada no hace más que quitar valor a la vida erótica misma y a los objetos en los que buscamos satisfacción.

Sigmund Freud

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Hubo un tiempo en que hubo faltas y por eso los hombres y las mujeres andábamos divididos entre el ser y lo que falta, entendiendo que lo humano se encontraba siempre carente, que eramos seres inconclusos y deficitarios, por eso el humano inventó a Dios, una especie de humano con barba no sometido a falta alguna, todopoderoso y omnisciente, una conquista sublime de la conciencia humana al pensarse a sí misma.

Precisamente porque habia falta hubo tambien deseo, la consecuencia de la falta, un deseo que no sólo era el correlato de la falta sino tambien su oponente: deseábamos porque estábamos en falta y a la vez el deseo nos ponia frente a frente contra la falta. Esos deseos se enroscaron durante miles de años a ese significante de la falta que los psicoanalistas llamaron Falo y que el vulgo llamó sexualidad.

falo1.jpgEs curioso que buscando en Internet algun lugar donde explicaran bien qué cosa es un falo no la haya encontrado y que en su lugar existan entradas donde se le identifica con el pene. Aquellos de ustedes que aun no sepan qué cosa es un pene pueden entrar en este link pero para aquellos que decidan saltarse esta consulta a la wikipedia les diré que el pene es un órgano y el falo un símbolo, de manera que son equivalentes en el mismo sentido que esta pipa de Magritte es una pipa verdadera.

El falo es pues un significante, una simple palabra (un fonema) que unido a un significado conforma un signo lingüistico, es decir algo -un sonido- con sentido en aquellos que comparten un mismo idioma. Uno de estos signos lingüisticos atribuidos al fonema «falo» es «aquello que nos falta», a todos, tanto a los que tenemos pene como a las que no lo tienen. Pero además es también el signo de la diferencia tanto de la sexual como de cualquier otra, el falo es pues aquello que completa a aquello que está en falta o carece de algo.

Asi fueron las cosas hasta la decadencia de lo fálico, hasta que lo fálico y sus representaciones psíquicas cayeron en desgracia. Sucedió allá por los años sesenta y a lo que vino después lo hemos llamado de muchas formas: capitalismo tardio, postmodernidad, tercera ola, era del vacío o modernidad líquida. Todas estas denominaciones coinciden en señalar una consecuencia social: la caducidad de los ideales que impulsaron la modernidad, pero tambien una consecuencia psicológica entre tantas: el reencuentro con el goce con el propio cuerpo o lo que es lo mismo, el goce sin objeto, eso que llamamos coloquialmente la individualidad que es -ni mas ni menos- que una negación de la alteridad.

Por sus patologias los conocereís y en este artículo precisamente habla de estas enfermedades que hemos llamado de la postmodernidad y que identificamos con la caducidad de la falta. Al no haber falta nos hemos quedado sin deseo, precisamente en una época donde todos los goces están legitimados y diseminados por la red social como articulos dispuestos para ser atrapados por cada subjetividad, sólo hace falta elegir y comparar.

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Y fue asi como la ausencia de falta nos hizo más narcisistas y autoestimados pero la ausencia de deseo nos dejó vacíos, pues el deseo siempre está en lo otro.

Es interesante contemplar de cerca esta palabra: «vacío», parece hacer referencia a algo que ocupara un continente que sigue estando alli. El vacío sólo puede entenderse pues como un contenido desaparecido o extinguido aun en presencia de un continente: una botella solo puede estar vacia si existe la botella, de no existir la botella no habría vacío en la botella simplemente ausencia de botella.

Asi es el cuerpo, sigue ahi planteando sus demandas fisiológicas pero en ausencia de falta no puede existir deseo y sin deseo el cuerpo tiene que enfrentarse directamente a todas las oportunidades de goce sin el colchón de seguridad que representa la prohibición de afuera o la inhibición de adentro. Por eso nació la angustia, un invento de Kierkegaard para nombrar esa botella vacía, ese vacío-vacío que representa la caducidad de la falta. La angustia es naturalmente insoportable si la comparamos con la culpa que era su antecesora, al menos la culpa se podia negociar, transgredir o expiar. La angustia es simplemente innegociable por ausencia de interlocutores, ¿a quién reclamar?

Sólo la muerte puede atender esa llamada. Una muerte como esta: administrativa y fraudulenta.

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Vivimos en una perpetua orgía y vale la pena leer este artículo para quitarse de encima la resaca: una especie de Almax para digerir el mundo en que vivimos. Hemos perdido la cabeza.

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4 comentarios en “El goce sin deseo

  1. Creo que a Lacan lo seguiré dejando eternamente para septiembre porque la Falta y todos los misterios fálicos se aprenden mucho mejor contigo. Está clarísimo como el agua 🙂

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  2. Permítaseme opinar, imagino que como Presi, que el pensar -ya se trate de antes o de después- no es suficiente, pues si no se sabe transmitir lo pensado de modo suficientemente arrobador no se puede transformar nada. Sólo con ambas capacidades en paralelo puede pasarse por la vida con elegancia. Visto así, no es suficiente con habérselas con el Minotauro ni entrar en vientres de ballena buscando la Verdad; yo creo que el héroe, además, debe saber cómo salir vivo de ahí y transmitir luego al menos un trocito de esa «ganancia de subjetividad» que se ganó a pulso. Lo demás, a mi juicio, es pura hybris.
    (Fuentes: Campbell, Condo y quizá alguna otra)

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