Las partes delicadas

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Hay partes del cuerpo que aun siendo cuerpo parece como si quisieran ser independientes. Son esas partes colgantes, esos órganos prensiles como las manos, los pies o los genitales, esas partes prescindibles como el cabello o las uñas o esa especie de anexión cartilaginosa que es la nariz, un promontorio militar por asi decir.

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Nuestra relación con esas partes colgantes es bastante diferente a la que mantenemos con nuestro higado o nuestro riñón a los que sólo conocemos por referencias y con los que nos manejamos a una prudente distancia sabiendo que habitan en lo más profundo de nuestro cuerpo, alli en lo inaccesible.

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Pero los dedos y los genitales están dotados de una cierta autonomia, constituyen para el resto de nuestro cuerpo un hecho diferencial como aquel estatuto catalán que siempre reclamó Jordi Pujol, el fet diferencial. No es de extrañar que a veces nuestros propios dedos se nos antojen huespedes como en aquella pelicula llamada «La mano» que parecía actuar con voluntad homicida propia:la venganza. O que una intempestiva erección ponga a prueba no sólo las leyes de la gravedad sino tambien nuestra propia conceptualización acerca del autocontrol: la imprudencia.

¿Quien manda sobre mis dedos o sobre ese órgano volátil y caprichoso que es el pene?

El pene es una pequeña diferencia tal y como podemos ver en este cuadro de Delvaux, un hecho diferencial en el sentido más pujoliano de la palabra.

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Se trata de una escena onirica, un sueño que transcurre en un ágora neoclásica, una plaza donde circulan una especie de mujeres zombies en todas las direcciones del espacio: se trata de clones, de réplicas iguales a si mismas que se muestran y ofrecen desnudas a la mirada impasible del único hombre vestido que aparece en el sueño de frente.

¿Impasible a qué?

Naturalmente se trata de un sueño de impotencia. El desinterés del soñante ignorante de las mujeres clónicas representa la impotencia sexual que es algo que depende de un hecho diferencial. Una pequeña y sensible diferencia que aparece representada en esa figura de la izquierda que lleva el colgante en un contexto de in-diferencia y que de no ser por eso tanto nos recordaría a las mujeres clónicas que le circundan, de hecho puede pasar incluso desapercibido. Esas iguales a si mismas que desfilan por esa especie de pasarela ofreciendo sus encantos ante la indiferencia del soñante y la vulnerabilidad del hermafrodita dotado pero incapaz.

Por eso a veces los colgantes diferenciales se independizan del cuerpo a quien pertenecieron y sin dejar de ser cuerpo se convierten en entidades autónomas, en letra

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Y el cuerpo habla a través de ellas.