Ser o no ser… esa es la cuestión.
¿Qué es más noble para el alma, sufrir
las pedradas y flechas de la airada fortuna
o alzarse en armas contra un mar de problemas
y por oposición cesarlos? Morir, dormir…
nada más; y decir que con un sueño cesamos
el dolor de corazón y los mil golpes naturales
de los cuales la carne es heredera… es una consumación
devotamente deseada. Morir, dormir,
dormir… tal vez soñar. Ah, ese es el obstáculo.
Pues en ese sueño en muerte, ¿qué sueños sobrevendrían
cuando despojados de esta atadura mortal
hallemos paz? Esa es la razón
que hace a la desgracia tan longeva.
Pues, ¿quién soportaría los azotes y desprecios del tiempo,
la injusticia del opresor, el insulto del soberbio,
las heridas del amor no correspondido, el retraso de la justicia,
la insolencia del gobernante, y los ultrajes
que el paciente mérito recibe del indigno,
cuando puede a sí mismo silenciarse
con una simple daga? ¿Quién podría soportar estas cargas,
gruñir y sudar en una vida de cansancio,
sino es por miedo a algo tras la muerte
(país por descubrir, de cuyas fronteras
ningún viajero retorna) que devana la voluntad,
y nos hace soportar esos males que padecemos
antes que volar hacia otros desconocidos?
Así la conciencia nos hace cobardes a todos;
y así el natural color de la resolución
enferma con el pálido molde del pensamiento,
y empresas de gran esencia y trascendencia
con este honor sus corrientes tuercen
y pierden el nombre de acción.
De este texto se han hecho multitud de interpretaciones, hasta tesis doctorales: se trata en cualquier caso de un texto hermético, dificil y que requiere conocer los entresijos psicológicos de Hamlet y aún: el universo de Shakespeare, un escritor de tragedias teatrales acostumbrado a plantearse este dilema ¿Qué es más verdad la ficción o la realidad? ¿Quién es yo, qué es lo que de genuino hay en mí?
Pareciera que en el texto Hamlet está hablando de la vida (ser) y de la muerte (no ser) pero Hamlet habla además de otras cosas: de la función del sueño y otra aun más profunda:
¿Qué induce al hombre desgraciado a seguir vivo?
Concluye que es la conciencia la que nos hace cobardes y nos impide la acción que en su caso no seria otra cosa sino la venganza que planea en su tio Claudio a quien atribuye el asesinato de su padre y haber desposado a su madre precipitadamente sin tiempo a elaborar un duelo, lo que para Hamlet no es sino la señal de la culpa tanto de su tio Claudio como de su madre a la que acusa de lasciva.
Pero el drama de Hamlet es precisamente que su tio Claudio ejecuta su deseo edipico y es en eso en lo que él y su tio son iguales, ambos se parecen en el deseo pero se diferencian en que mientras uno lo lleva a cabo, el otro solo lo desea y lo sufre.
¿Cómo asesinar a quien no ha hecho sino lo que uno había deseado?
Este asesinato sería en parte un suicidio, una especie de asesinato invertido: Hamlet no puede dar muerte a Claudio sin asesinar en él algo de sí mismo. Es por eso que Hamlet hace equivaler la acción con el no ser, con la muerte, mientras el ser es la inacción, la duda, la vacilación.
Es verdad que existe una grieta entre lo que somos y lo que parecemos ser y es también verdad que la farsa de la vida nos impulsa a tomar determinados y continuos papeles más allá de nuestra inclinación natural, es verdad que estamos siempre fingiendo ser algo distintos de lo que somos como si fuéramos actores empeñados en mostrar lo mejor o lo peor de nosotros mismos, pero es tambien verdad que ese histrionismo fundacional está incrustado en la conducta, en la acción, mientras que nadie finge cuando está a solas, duerme o simplemente reposa. La ficción es inseparable del hacer algo para alguien que mira, eso precisamente afirma Hamlet cuando dice «Yo no sé parecer….» pues parecer es una acción simulada y Hamlet renuncia a la acción porque de llevarla a cabo tendria que vengar la muerte de su padre.
Hamlet fingirá estar loco, se hace el loco para parecer que no sabe lo que ya sabe y para no hacer lo que deberia haber hecho ya. Pondrá en marcha una obra teatral dirigiendo a actores para provocar a Claudio, perderá tragicamente a Ofelia y Polonio morirá por su culpa, más allá de la duda hay una parte de la acción que escapa a su control, la tragedia sigue su curso y el destino se impone como siempre sucede con los personajes shakesperianos. Morirá y su tio -alter ego- morirá tambien, pero logrará imponer la ley a ese reino que «huele a podrido» erigiendo a Fontibrás en rey.
Nada como Hamlet para reflexionar sobre la ficción y la realidad, los simulacros y lo genuino, lo real y lo imaginario. Será por eso que en la novela de Jed Rubenfeld el psiquiatra protagonista Younger es un experto en Shakespeare y de algún modo un personaje atormentado por un «complejo de padre». Una novela donde aparecen además otros simulacros mezclados inteligentemente con la ficción de una novela negra, una novela de crimenes, pues eso es en realidad «La interpretación del asesinato», una novela donde de lo que se trata es de adivinar quién es el asesino de una serie de muchachas de alta sociedad neoyorkina a principios de siglo. La novela mezcla varios planos simultáneos: la ficción de estos crimenes con algo que sucedió en realidad, la visita en aquellos años de Freud, Ferenczy y Jung a EEUU donde estallaron definitivamente las diferencias entre Freud y su discipulo predilecto Carl Gustav Jung. Además durante su estancia en New York Freud tiene la oportunidad de supervisar a Younger en el psicoanálisis de Nora Acton una de las muchachas atacadas por el asesino que reproduce sin fisuras el caso Dora de especial interés para el psicoanálisis pues fue con este caso que Freud descubrió la resistencia y la transferencia.
Dora (Nora) era una histérica como Hamlet, una fingidora de males y una coleccionista de infortunios, ni el lector ni el joven psiquiatra que la trata saben a ciencia cierta si lo que cuenta Nora es real o un invento de su imaginación. Tampoco Hamlet tiene pruebas de que Claudio haya sido en realidad el asesino de su padre, solo lo intuye a partir de una revelación que le hace un espectro -el fantasma de su padre- pero ¿se puede confiar del todo en la confesión de un espectro? ¿Se puede confiar en un secreto de mujer?
Nora parece normal pero hay algo alienado en ella, todo pareciera indicar que trata de vengarse del Sr Caldwell (el Sr K de Dora) por haber tratado de seducirla en dos ocasiones. Sin embargo Nora (Dora) no puede ocultar que ella propició y alimentó el fuego de la pasión del Sr Caldwell cuando parecía que esta habia decrecido y sabe -conscientemente- y sospecha que su padre -amante de la Sra Caldwell- le ponía el camino fácil al Sr Caldwell para acceder a ella. Pero héme aqui que Nora Acton que habia presenciado a hurtadillas la felación que la Sra Caldwell le hacia a su padre no sentía celos de su padre -como Freud interpretó- sino precisamente del otro actor, de la Sra Cladwell (Sra K en Dora) que era el objeto del deseo de Nora.
Nora amaba por delegación como todas las histéricas y lo hacía siempre a través de su fantasma, en este caso de un hombre, pues la histérica es en realidad bisexual y su identidad es ambigüa, su goce está más allá del falo, alli donde los hombres están excluidos. Hamlet es en este sentido el caso inverso al de Dora, como Antigona es el caso inverso a Edipo.
Freud creyó que su destino estaba junto a Darwin y Copernico pero lo cierto es que se encuentra más próximo a Shakespeare: ambos elaboraron sin saberlo una nueva mitologia de la mente que sustituiría a la clásica y empujaría la subjetividad humana hacia un más allá. Rubenfeld les reune en un cruce de caminos que es una alegoría de su complementariedad.
Estamos todavía en esa fase y por eso nos preguntamos ¿de quién se tienen celos cuando se tienen celos?.
la dialéctica entodo caso, de ser y parecer, es entre simbolico e imaginario, y no entre real e imaginario como tu planteas.
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También el visionario de Freud fue víctima de la cultura de su época:-)
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