Hay algo en la mujer que fascina a los hombres, un algo que existe solo en el imaginario masculino y que no tiene nada que ver con la completud de la mujer sino con sus fragmentos. Hay algo en esos trozos que fascina a algunos hombres de forma total y a casi todos de forma parcial, en ese sentido podemos afirmar que la heterosexualidad del hombre es siempre perversa porque pretende apresar ese fragmento y elevarlo a la categoria de una totalidad. Una sexualidad teñida siempre de metonimias.
Hitchcock estaba fascinado por las mujeres rubias, un goce fetichista que aparece en todas sus peliculas junto con otras preferencias mucho más sutiles y que escapan al observador común. En «Los pájaros» por ejemplo – su pelicula más simbólica- aparece gran parte del universo psicológico del cineasta. A raiz de una relación de una rubia (Tippy Hedren) y su galán (Rod Taylor) comienzan a suceder unos extraños sucesos en una isla donde la pareja se traslada para que la madre del galán conozca a su «partenaire» y sólo el deseo convierte a un objeto en «partenaire». Desde el primer momento queda claro que la rubia no es bien recibida y que la madre percibe la amistad de su hijo como una amenaza. Esta amenaza subjetiva se convierte en la pelicula -basada en un relato de Daphne du Maurier- en una amenaza en lo real, una especie de conspiración de los pájaros que de modo aparatoso comienzan a atacar a los ciudadanos permutando su conocida indiferencia o temor hacia los humanos en una estruendosa hostilidad. Una hostilidad que corre paralela a la cercania entre los dos miembros de la pareja y a la progresiva decepción de la madre, así los pájaros parecen simbolizar el «estado de guerra» entre la madre- la morena- y la nuera, la rubia, una guerra que probablemente Hitchcock vivió en su interior durante toda su vida, un conflicto entre mujeres, entre Eva y Lilith, -la virgen, la puta- dos modelos de mujer, que anidan en el inconsciente humano desde ese fondo mítico que gobierna nuestro inconsciente.
Lo siniestro -una atmósfera que tiñe el film de principcio a fin- explota en esta escena – considerada ya una escena magistral del cine de suspense- donde los pájaros atacan abiertamente a los niños a la salida de la escuela.
Otra rubia (Catherine Deneuve) hace el papel de la convencional esposa de un cirujano atormentada por sus sueños y fantasias sado-masoquistas en la pelicula de Buñuel «Belle de jour«. Severine -un nombre de resonancias fuertemente masoquistas- acaba trasladando a lo real su goce secreto y ejerciendo de prostituta ocasional en una doble vida que abarca el dia y la noche como elementos de separación de un yo escindido por la doble moral en la que vive.
Su masoquismo sexual acaba encontrando a su complementario, en la figura de un macarra gangsteril que frecuenta el burdel en el que Severine «ejerce» su goce secreto. La relación canibalistica de la puta y su «chulo» es muy interesante porque indaga sobre la extraña lógica que parece presidir las relaciones tormentosas – y su necesidad- para espantar otros fantasmas mucho mas peligrosos y sutiles en el psiquismo humano: así Severine necesita incorporar el sadismo del «macarra» que protagoniza Pierre Clementi y entonces y sólo entonces podrá prescindir de él y dedicarse en cuerpo y alma a atender al marido -Jean Sorel- que una vez «castrado» y desposeido de su poder público ya se ubicó en el horizonte del deseo de su esposa, en ese lugar del mueble, de ser limitado y dependiente, un lugar donde le ubicó ese bricolage del deseo femenino, castrador y al mismo tiempo reparador que teje un destino plácido de marido enfermo y esposa solicita y cuidadora. Un destino común en las castraciones simbólicas que parecen presidir los matrimonios convencionales.
La tríada freudiana: inhibición, sintoma y angustia en un continuo circulo pendular se dan la mano en esta pelicula-catarsis de Buñuel sobre sus propios fantasmas, una reflexión lúcida y profunda del otro lado de la realidad que se nos muestra como ideal y que contiene el germen de la violencia.