Todo parece indicar que Stanley Kubrick no creía en la evolución tal y como la entienden nuestros científicos actuales, una evolución gradual desde el simio hasta el hombre, tampoco parece que apostara por el creacionismo sino por un modelo catastrófico. En 2001: una odisea del espacio Kubrick especula con el hecho de que el paso de simio a hombre se produjo al azar o quizá bajo la influencia cósmica de algún tipo de fuerza cuya naturaleza no nos aclara. Lo que sabemos es que existe un monolito que parece ser una especie de antena colocada en los albores de la humanidad por alguien que quiere saber de nuestros progresos evolutivos y que después es desplazada hasta la luna para ver si hemos seguido haciendo los deberes y el hombre ha conseguido desplegar todo su potencial científico y tecnológico.
En 2001, Kubrick da un salto evolutivo desde la caverna hasta el espacio y la segunda parte de la película transcurre ya dentro de una aeronave donde su tripulación recibe la orden de dirigirse a la luna debido a que se han descubierto signos de vida inteligente, allí aparece de nuevo el monolito que parece que transmite o informa a “ese alguien” de nuestros progresos. Deducimos que en la luna ese alguien adquiere por fin evidencias de que, efectivamente, ha habido progresos en la humanidad. El monolito cambia de nuevo de lugar y se traslada esta vez a Júpiter.
El viaje a Júpiter trascurre lentamente con la mitad de la tripulación en estado de hibernación y con una nave controlada por una maquina “quasi” humana llamada Hal que resulta ser un ordenador envidioso de lo humano que poco a poco va provocando accidentes en la nave y “cargándose” al personal, tanto al que duerme como al que está de guardia. Nadie sabe y Kubrick nunca aclaró porque Hal se vuelve contra los humanos, pero mi interpretación es que Hal –una herramienta humana- comete el mismo error que los hombres, Hal cree que está vivo y que puede prescindir de los hombres y los hombres creen que ya han alcanzado el cénit de su evolución cerebral y dependen demasiado de sus máquinas. Hal se equivoca en creer en su supremacía intelectual y el hombre se equivoca al fiarlo todo a una máquina.
Al hombre le queda mucho trecho por recorrer y Hal no contaba con la inteligencia, ingenio y audacia del hombre para improvisar soluciones cuando las cosas van mal. Las escenas en el interior de la nave son magnificas porque reproducen la gravitación curva que nunca antes se había hecho en cine, viendo esa película uno entiende aquello que dijo Einstein de que tanto el espacio como el tiempo son curvos y que al final si sales por la derecha acabarás volviendo por la izquierda.
Al final el hombre vence contra la máquina y la desconecta, la mata, con ayuda de una herramienta más bien arcaica, un destornillador, pero ese “crimen” es también un suicidio en tanto que en ese momento el humano queda solo en el espacio y sin recursos para volver. El espectador toma conciencia además de la soledad del hombre en esa inmensidad cósmica y su vulnerablidad presente en los jadeos del astronauta que es absolutamente dependiente del aire mientras que Hal no necesita respirar.
La cuarta parte del film, se llama “Mas allá del infinito” y es seguramente el tramo más místico y difícil de entender de la película. El hombre desciende hasta Júpiter atravesando una barrera de luces caleidoscópicas que sugieren estar atravesando una dimensión superior que trasciende el espacio-tiempo de la escala humana y que recuerda ese túnel de luz que muchos moribundos han divisado antes de ser reanimados de nuevo y volver a la vida para contarlo. Es el tramo más psicodélico y bello de la película, un descenso a través de la luz hasta la superficie del planeta donde se encuentra por tercera vez en la película en monolito dichoso. Allí el protagonista y en un decorado de lo más futurista y virtual que podamos recordar en la historia del cine – similar a esos entornos hiperreales de «second life”- se encuentra a sí mismo envejecido y a punto de morir, en una especie de desdoblamiento puede verse desde arriba, desde otro lugar, en esa disociación de la conciencia que cuentan muchas personas que han sido capaces de “salir fuera del cuerpo” y ser a la vez continente y contenido. Y ese es precisamente el “quid” de la cuestión: el hombre aún es mortal porque se encuentra encerrado en esa esfera tridimensional que le contiene y sólo a través de la muerte es capaz de salir de ese cascarón.
Para renacer hay que morir al tiempo, nada puede renacer desde lo mismo y eso es lo que parece que sugiere ese feto envuelto es una esfera amniótica que ahora navega como una nave por el espacio preñado de luz.
La luz que siempre existió y que siempre existirá, lo único que es eterno.
Los ultimos 9 minutos de esta pelicula merecen la pena verse con detenimiento y profundizar en su simbolismo.