¿Se puede tener hambre en un mundo opulento como el nuestro?
¿Hay dos clases de hambre? ¿Una de verdad y otra de mentirijillas?
¿El hambre de esos negritos desnutridos de Africa y la otra?.
La otra es el hambre que aqueja a nuestros conciudadanos, más frecuentemente ciudadanas que parece que han descubierto el apetito canino despues de múltiples restricciones. Es natural porque el único hambre que pueden sentir nuestras conciudadanas es el hambre virtual. Porque para tener hambre de la otra, de la de verdad, hay que haber pasado hambre, o dicho de otra manera hay que tener una representación mental del hambre, una huella en la memoria, una herida dolorosa, pues no debe haber mayor recuerdo doloroso sino el del hambre, porque el hambre de verdad, la de los negritos, no es una sensación de plumas en el estómago sino que debe ser una sensación de zozobra que atañe a todo el cuerpo, algo tisular, inefable como la angustia, desde los pelos de la cabeza hasta los dedos de los pies. Pero hay una cosa peor que haber pasado hambre y es no haber tenido nunca la oportunidad de tener hambre. Ese es el origen de la epidemia de trastornos alimentarios en los paises de nuestro entorno.
Pero para convertirse en bulimica hace falta otra cosa solapada con el hambre virtual: hace falta tener una pretensión imposible – como si no existiera contradicción entre ambos deseos-, de permanecer o devenir delgada, sexy, atractiva. Ah! no se puede tener todo en la realidad real pero si quizá en el hiperespacio. El lugar donde habita el deseo, siempre omnipotente y allí dónde no hay contradicción. Ahi podemos ser cualquier cosa y serlo además simultáneamente, hombre y mujer, alto y bajo, delgado y gordo. Por eso algunos autores han propuesto la idea del hipercuerpo, una nueva posibilidad de goce, comer abundantemente y estar delgado serán posibles quizá en el metaverso pero son imposibles en la realidad-real, mientras tanto la bulimia y la anorexia son las enfermedades prevalentes en nuestros adolescentes en los que se ha cometido el mayor percepticidio de la historia del mundo secuestrando su simbólico y haberlo penetrado desde lo real, con los subproductos del propio símbolo -esta vez externalizado- como un efecto Moebius donde lo que está afuera está a la vez dentro y como si bastara enunciar un deseo para conseguirlo porque el espacio y el tiempo pueden plegarse ¡ Qué estropicio!.
Cuando uno no ha tenido la oportunidad de pasar hambre, llama hambre a cualquier cosa y se atraca con pasteles aunque su hambre no sea de pasteles. Pero el resultado de atracarse con pasteles es siempre el mismo, el cuerpo se hace gordo, enorme, desproporcionado como esas figuras de Botero que son más bien entes ingenuos alejados de lo monstruoso en que a veces termina el banquete.
La obesidad es el subproducto de un defecto de simbolización de todos los que jamás han tenido hambre (y también de algunos negritos que comen sólo pasteles, después de haberlas pasado canutas), la abundancia de comida es insoportable cuando la memoria no ha registrado el concepto «hambre». La pequeñez y la insignificancia son intolerables cuando existen pasteles para compensar corporalmente la otra escasez.
Pero a pesar de todo, lo desproporcionado puede esconder la belleza.
Y quien no se conforma es porque no quiere porque con Photoshop se puede arreglar todo: al fin y al cabo es una imagen tan irreal como la otra: