El espacio otro

El universo carece de bordes pero el universo a escala humana, ese que percibimos contiene bordes tanto externos como internos: en ese segmento se situa nuestro campo de conocimiento de la realidad-real, aquello que sabemos y conocemos, en ese campo se situa el juego humano del conocer que se apoya firmemente en esa realidad-real a la que atribuimos «existencia en si» independiente de nuestra mirada y ajena a nuestra voluntad. Pero las cosas no son exactamente así porque esos bordes pueden achicarse o ampliarse a partir de ciertas operaciones biocognitivas , por ejemplo las que podemos conseguir con drogas psicoactivas.Y porque el espacio en cierto modo es un constructo de nuestros sentidos, un constructo que atrapa casi en exclusiva a nuestra conciencia a través del señuelo de nuestros sentidos, verdaderos arpones que consumen casi toda nuestra conciencia y casi continuamente.

Foucault acuñó el termino «heterotopia» para señalar aquellos elementos que sin pertenecer a una serie similar aparecen juntos, como en estos cuadros de Magritte: el león y el espectador alado del puente, el hombre del bombín y la luna, el retrato del hombre con rostro de hamburguesa, la imagen reflejada en el espejo de manera imposible.

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La sensación que provoca la contemplación de estas imágenes en el espectador es de haber dado de bruces con lo siniestro, es decir con una verdad que se nos ocultaba por demasiado familiar: que el espacio es algo mucho menos compacto de lo que creiamos, como si una jirafa a partir de un Eureka un buen dia se diera cuenta de que esta pisando a un conejo, ambos comparten un mismo espacio-tiempo pero al vivir en distintos ecosistemas pueden no darse cuenta de que en realidad están en el mismo lugar y en el mismo momento. La jirafa y el conejo viven vidas simultáneas aunque alienadas la una de la otra, se ignoran puesto que no interfieren ni compiten por los mismos recursos, comparten dimensiones y temporalidad, ¿pero saben el uno del otro?

La poesia es la madre de toda la hiperrealidad puesto que sólo la poesía está completamente liberada de todo empirismo y no es de extrañar que la heterotopia forme parte -junto a la metáfora- de ese juego de textos y pretextos que el poeta emplea para «poner juntas aquellas cosas» que para el resto de la humanidad van separadas o funden mal.

Joaquin Sabina escribió esta canción llena de este tipo de comparaciones inefables que provocan las heterotopias. «Asi estoy yo sin ti» se titula esta canción. Y en cada verso hay un ejemplo de hiperrealidad

Extraño como un pato en el Manzanares,
torpe como un suicida sin vocación,
absurdo como un belga por soleares,
vacío como una isla sin Robinson,
oscuro como un túnel sin tren expreso,
negro como los ángeles de Machín,
febril como la carta de amor de un preso…
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Perdido como un quinto en día de permiso,
como un santo sin paraíso,
como el ojo del maniquí,
huraño como un dandy con lamparones,
como un barco sin polizones…,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Vencido como un viejo que pierde al tute,
lascivo como el beso del coronel,
furtivo como el Lute cuando era el Lute,
inquieto como un párroco en un burdel,
errante como un taxi por el desierto,
quemado como el cielo de Chernovil,
solo como un poeta en el aeropuerto…
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Inútil como un sello por triplicado,
como el semen de los ahorcados,
como el libro del porvenir,
violento como un niño sin cumpleaños,
como el perfume del desengaño…,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

 

Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Amargo como el vino del exiliado,
como el domingo del jubilado,
como una boda por lo civil,
macabro como el vientre de los misiles,
como un pájaro en un desfile…,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

Para aquellos que quieran disfrutarla en vivo y en directo:

Teatro y absurdo

Los tres inventos más importantes del mundo son tres: la democracia, el Logos y el teatro y los tres son inventos griegos. Casi simultáneamente tragedia y comedia emergieron de la conciencia humana con dos destinos bien distintos, el primero, la tragedia estaba destinada a recordar a los mortales los limites del derecho natural y a señalar las consecuencias de la transgresión -que no suceda en la realidad lo que sucede en escena-, y sus consecuencias de hybris, el peor pecado que un griego podia cometer y casi siempre castigado de forma ejemplar. La comedia, con intenciones bien distintas ocupó el lugar de la risa para tratar otra vez con lo trágico, lo satírico nació casi al mismo tiempo que el drama.

Pero llegó un momento en que el teatro entró en crisis y quizá esta crisis vino de la mano del cine, llegó un momento en que ir al teatro ya no suponía un acto mágico de «suspensión de la incredulidad» que comenzaba al levantarse el telón y que es necesario para presenciar un drama en escena, el teatro que comenzó siendo -como el resto de las artes- en un simulacro de lo real terminó por parecerse tanto a la realidad que sus bordes se difuminaron siguiendo las corrientes estéticas de la modernidad y rompiendo relaciones con lo canónico. Así comenzaron a emerger autores como Mroczec, Arrabal, Ionesco o Beckett especializados en textos a veces herméticos y en puestas de escena hiperrealistas y a propuestas vagas y muchas veces antiteatrales como esta «cantante calva» de Ionesco que he elegido para ilustrar este ensayo estético dramático de una obra de teatro donde no hay trama, ni argumento, ni dimensión psicológica en los personajes. Se trata simplemente de una conversación banal entre personajes banales alrededor de una mesa camilla. Una conversación como la que cualquiera de nosotros puede tener con un vecino. Aparece el «morbo por lo real» en sustitución de la catarsis de lo reprimido.

lacantantecalva1.jpgEl teatro del absurdo se alimenta de elementos sacados de la hiperrealidad: el anacronismo y la heterotopia, como ese bombero que aparece en «La cantante calva» y que nadie sabe que está haciendo en escena. A propósito: ni hay ninguna cantante ni es calva.

Un extracto muy breve de esta obra aclarará inmediatamente la absurdidad de las conversaciones.

sra. smith:

– ¡Oh, sí, capitán, vuelva a empezar!

Todos se lo piden.

el bombero:

– ¡Ah!, no sé si voy a poder. Estoy en misión de servicio Depende de la hora que sea.

sra. smith:

– En nuestra casa no tenemos hora.

el bombero:

– ¿Y el reloj?

sr. smith:

– Anda mal. Tiene el espíritu de contradicción. Indica siempre la contraria de la hora que es.

(…)

el bombero:

– (…) Eso me recuerda que debo irme. Puesto que ustedes no tienen hora, yo, dentro de tres cuartos de hora y dieciséis minutos exactamente tengo un incendio en el otro extremo de la ciudad. Tengo que apresurarme, aunque no tenga mucha importancia.

sra. smith:

– ¿De qué se trata? ¿De un fueguito de chimenea?

el bombero:

– Ni siquiera eso. Una fogata de virutas y un pequeño ardor de estómago.

sr. smith:

– Entonces, lamentamos que se vaya.

sra. smith:

– Ha estado usted muy divertido.

sra. martin:

– Gracias a usted hemos pasado un verdadero cuarto de hora cartesiano.

 

Naturalmente «La cantante calva» tuvo un éxito impresionante y despertó en los espectadores una hilaridad que nadie esperaba. Nadie sabe de qué reian los espectadores puesto que al fin y al cabo lo que en el drama se representaba no era más que la mísera vida cotidiana de todos nosotros. ¿Se reian de sí mismos?

Es muy posible que la catarsis camuflada de los hombres de hoy consista precisamente en eso: en encontrar un espacio para reirse de nosotros mismos, un espacio podriamos decir consensuado, al gusto de cada época. Lo mismo sucedió con «Einstein on the beach» una obra «infumable» de Philipp Glass donde se lleva al paroxismo la doctrina del minimalismo: la repetición ad infinitum (y por tanto ad adsurdum) de la melodia donde sutiles cambios van apareciendo poco a poco y de forma reiterativa acompañando un texto agramatical, una ensalada de palabras recitadas cuyas constantes referencias a Einstein resultan lo unico inteligible de un texto escrito por un poeta autista.

La «opera» dura 5 horas y pone en jaque a cualquier vejiga de la orina. Entrar y salir del patio de butacas era la norma y lo que se pretendía con esa salmodia de repeticiones. Al final los que resistieron a todos los elementos le cogieron el gusto a ese mantra hipnótico de Glass y proporcionaron a su obra de un éxito sin precedentes.

Aqui hay un par de minutos de la ópera en cuestión:

Tatuaje

Hubo un tiempo en que tatuarse la piel era cosa de toreros, marineros o legionarios, cosa de titiriteros y rufianes, haraganes y pendencieros. Los más frecuentes y enigmáticos eran aquellos que aseguraban algo ambigüo, como «amor de madre» o bien se trataba de mostrarnos al monstruo para ahuyentar quién sabe qué depredadores, o bien -lo más frecuente- el tatuaje era un nombre de mujer.

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Eso parece que le sucedió a aquel marinero tan rubio como la cerveza del que nos hablaba Dª Concha Piquer a través de aquellas letras de León con musica de Quiroga. Escucharles hoy es un ejercicio de nostalgia que nos retrotrae a un mundo donde algunas cosas habian alcanzado un estatuto de seguridad: el tatuado era un canalla y sanseacabó. Quizá también valiente y heroico en tanto que aquel mundo «cutre» que describieran y dieran a conocer las tonadilleras miseras de nuestra mísera España de cuando entonces ha fenecido completamente y ya pertenece a la nostalgia o a la antropología. Ahora ya no hay marineros con tatuajes, sino que el tatuaje se ha instalado definitivamente como una segunda piel de seres anónimos y transitorios sin vocación heroica alguna y sin saber que sus predecesores marcaban su piel como una fatalidad y no como un ornamento. Esta es la historia tal y como nos la cantó la Piquer, valenciana con vocación de Rociera.

TATUAJE

Él vino en un barco de nombre extranjero,
lo encontré en el puerto un anochecer
cuando el blanco faro sobre los veleros
su beso de plata dejaba caer.
Era hermoso y rubio como la cerveza;
el pecho tatuado con un corazón.
En su voz amarga había la tristeza,
doliente y cansada, del acordeón.
Y entre dos copas de aguardiente
sobre el manchado mostrador
él fue contándome entre dientes
la vieja historia de su amor:

Mira mi brazo tatuado
con este nombre de mujer.
Es el recuerdo del pasado
que nunca más ha de volver.
Ella me quiso, y me ha olvidado,
en cambio, yo no la olvidé,
y para siempre voy marcado
con este nombre de mujer.

Él se fue una tarde con rumbo ignorado
en el mismo barco que lo trajo a mí,
pero entre mis labios se dejó olvidado
un beso de amante que yo le pedí.
Errante lo busco por todos los puertos;
a los marineros pregunto por él,
y nadie me dice si está vivo o muerto
y sigo en mi duda, buscándolo fiel.
Y voy sangrando lentamente,
de mostrador en mostrador,
ante una copa de aguardiente
donde se ahoga mi dolor.

Mira tu nombre tatuado
en la caricia de mi piel,
a fuego lento lo he marcado
y para siempre iré con él.
Quizá ya tú me has olvidado,
en cambio, yo no te olvidé,
y hasta que no te haya encontrado
sin descansar te buscaré.

Escúchame, marinero,
y dime: ¿qué sabes de él?
Era gallardo y altanero,
y era más dulce que la miel.
Mira su nombre de extranjero
escrito aquí, sobre mi piel.

Si te lo encuentras, marinero,
dile que yo muero por él.

Dicho de otra manera: que los desengaños amorosos forman como una cadena, una red acausal que tiende a autogenerar nuevas decepciones, nuevas lacras, como esos atractores extraños que fagocitan eventos similares, la decepción anterior atrae la decepción novata y cuando esto sucede es el destino, esa repetición fatídica, se habrá impuesto y entonces sólo la ginebra puede amortigüar el desastre. También la piel -ultimo reducto de la libertad formal de nuestro mundo opulento y democrático- es el lugar donde mostrar las heridas de la vida y de paso atemorizar al Otro evocando lo monstruoso.

O lo risible.

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Ponerle bordes a los acontecimientos o sea al cuerpo que es el único acontecimiento que algunos pueden arriesgar de sí mismos.

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No me cabe ninguna duda de que la máscara y el tatuaje simbolizan lo inconsciente -ese demonio sexual que no podemos ver-, algo distinto al «piercing» que es más bien un nudo, una grapa que intenta atar lo simbólico de tan vulnerable que se siente uno cuando la única pantalla de sus sueños es la piel.

Este es el nudo visto tridimensionalmente:

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La noche de las noches

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El 21 de Junio por la tarde entramos en el solsticio: el sol entró en el signo de Cancer, el lugar de la elíptica más cercano a la Tierra, el dia más largo, la noche más corta. Esa noche es precisamente la noche que se celebra el dia de S. Juan que se celebró ayer dia 22 con más de 24 horas de atraso sobre el acontecimiento cósmico. Pocas de las personas -jóvenes en su mayoria que se dieron cita anoche en las playas y encendieron su hoguera saben que Juan significa Agua (Oannes) y que Cancer es un signo de Agua, un signo de sentimiento, aunque la verdad es que el Agua de Cancer es el agua del rio y no el agua del mar cuyo simbolo mayor es Piscis regido por Neptuno (Poseidon).

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El agua de cancer es un agua fluvial, la que está en continuo movimiento como el rio Heraclitiano, ese que cambia continuamente a pesar de ser siempre el mismo. Pocos de los que ayer se acoplaron a ese ritual saben que el planeta regente de Cancer es la luna y que existe una asociación entre la posición de los planetas a la entrada en el signo de Cancer (es el sol el quien entró en Cancer) y su simbolismo.

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El cangrejo fue el gran aliado de la diosa Hera en su eterna confrontación con Hercules, uno de los hijos ilícitos de Zeus. El cangrejo dificultó muchos de los trabajos del héroe y en agradecimiento la diosa Hera le instaló en el cielo como una constelación.

Pocos de los que ayer en una marabunta inflamatoria corrian hacia las playas saben qué rito estaban reeditando al mojarse los pies y pedir algunos deseos: el encuentro del Agua de Cancer y el Fuego del verano (Leo el proximo signo que entrará en Julio). Un rito pues de agua y fuego (yang del riñón como dicen los medicos chinos) una extraña, inestable y mágica confluencia de elementos, planetas y de edades que se dan cita en una especie de carnaval lúdico festivo desnudo de simbologia pues que los que van allí nada saben del vestigio mítico que soporta los nudos de su existencia: un carnaval laico descascarillado y sin sentido.

Llegaron como una explosión de gas, como una reacción inflamatoria del tejido social, llegaron, depositaron alli sus hogueras, sus mesas y sus sillas, sus coca-colas y sus preservativos y por la mañana una legión de inmigrantes escarbaba en los desperdicios. Nadie supo qué se celebraba allí pero todos querian ir, los turistas, esa nueva casta de iniciados en la simulación de si mismos se convocaron al aquelarre por SMS. No saben los ingenuos que no era allí donde les convoca Cancer sino al rio transformador de Heraclito, pero tampoco saben que los dioses no aparecen cuando ven multitud, que los dioses solo reciben de uno en uno y a veces en parejas. Que los dioses temen a los turistas, como ese medio ambiente al que todos nombran y nadie respeta.

La playa de Castellón anoche se vistió de adoquines y no había nada bajo ellos salvo la basura.

Humor e hiperrealidad

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Lo satírico ha desaparecido de la prensa diaria, ya apenas existen publicaciones como aquellas de «La codorniz», «El papus», «Hermano Lobo» o «El jueves», parece que lo satírico sólo tiene éxito en épocas de represión política y desaparece cuando se levantan los controles sobre las ideas aunque las ideas ya no existan como ahora y no necesiten por tanto ser perseguidas.

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Del mismo modo los que hacen chistes tambien han pasado a la clandestinidad como si ya no hiciera falta reirse de nada o quizá porque su función de denuncia haya pasado de moda, quizá ya nadie los contrata. Algo de eso debe de haber porque vivimos en un mundo tan irreal que basta con ver el telediario para contemplar el esperpento que otrora demandaba talento literario y que ahora protagonizan personajes reales, como si la ficción se hubiera instalado en lo cotidiano. Los informativos de televisión son el lugar más risible de toda la programación aunque anuncien desgracias o tragedias. El último reducto de lo satírico y quizá el embrión de su renacimiento es Internet, es en la red donde subsiste el discurso satírico, el más cercano a la verdad de todos los discursos.

En estos chistes de Borges que he subido en formato pps, hay una serie de temas recurrentes de la postmodernidad. Para reirse a carcajada limpia si usted aun no ha sido capturado por «la ilusión de seriedad» de una vida cada vez más irreal y ha llegado a creerse que eso que ve por televisión es la realidad es decir la verdad.

Sólo el cómico y el poeta está liberados de la cadena de lo demostrable y saben que la Verdad pertenece a un orden superior a la demostrabilidad. Si los chistes de Forges nos provocan risa es porque lo trágico que en ellos se nos plantea lo conocemos y lo damos por bueno, como si despertarámos de un sueño y la risa aplacara nuestro desvarío.

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