Lo infame es aquello que carece de honra, crédito y estimación (según el diccionario de la lengua española) . Pero además infame es lo contrario -lo opuesto de famoso- que es aquello que tiene fama y renombre, lo excelente en su especie. Pronto estos adjetivos tendrán que cambiarse pues han cambiado las razones por las que la gente alcanza la fama. Un criminal en serie puede alcanzar cierta fama en un universo mediático como el nuestro, pero ¿qué decir de aquellos que carecen de todo mérito para serlo y son -sin embargo- famosos?
La televisión encontró hace ya años la fórmula para convertir a determinados personajes en iconos mediáticos para después utilizarlos para su consumo interno, en sus tertulias (talk shows) como una especie de abogados del diablo del chismorreo, más tarde profesionales del insulto o incluso perfectos modelos psicopatológicos del nuevo orden.
La idea del «reality show» era bastante poco original del mismo modo que su nombre, «Gran Hermano» un titulo copiado de la novela de Orwell, «1984«. Determinadas personas elegidas tras un «casting» se introducen en un entorno quasi experiemental y se les deja interactuar entre si, con intención de grabar todas sus conversaciones y todas sus interacciones. A la gente -los televidentes- les encanta saber qué hacen el resto de las personas, cómo comen, cómo y por qué discuten, qué hacen por la noche en sus dormitorios y qué hacen en el cuarto de baño. Eso les pone. Y ese es el programa.
De él surgen una serie de personajes cada vez más perfeccionados en la simulación de su propio rol y más sofisticados según el gusto de los productores del programa que intentan que cada nueva versión de tan aburrido programa supere a la anterior en escándalo, paranoia y estupidez. Son los espectadores los que semana a semana expulsan a un individuo de tan espléndida compañia, hasta que al final queda sólo uno: el más político, el que ha mentido mejor que es en definitiva el que gana.
El que gana no siempre coincide con los gustos de los productores del programa que tratan siempre de beneficiar a los personajes más patológicos -que son en definitiva los más televisivos- pero si no lo consiguen explotan lo más posible a aquellos expulsados que resentidos transitan de programa en programa desvelando secretos inconfesables «mientras se estuvo alli dentro». Asi llegamos a adquirir conocimientos importantes sobre la vida: sabemos que menganita era lesbiana, que fulanito y fulanita estaban conchavados o que la madre del otro fulanito es una fulanita que vive a costa de perenganito que a su vez……
El interés de todo este tipo de programas es puramente psiquiátrico: se trata de algo ya sabido, contemplamos como las personas son capaces de las más viles maniobras para ganar un poco de dinero y ser además personajes televisivos durante un cierto tiempo. Pero lo que interesa al autor de este blog es sobre todo el caracter hiperreal tanto de ese medio que llamamos televisión como de las elecciones para formar parte del elenco de este programa. ¿Qué hay que saber hacer para ser elegido en el casting? ¿Qué mérito hay que aportar?
Un personaje con algún mérito carecería de interés televisivo alguno, la verdad mediática se alimenta de la indiferencia de los espectadores hacia el mérito. Carecer de méritos es el mérito y eso si: ser joven, descarado y extrovertido, esa es la puerta a la infamia y ese es precisamente el elemento de hiperrealidad más importante. Un artista de un espectáculo donde no hay espectáculo en sí, ni números musicales, chistes, baile, declamación ni nada, donde el espectáculo está en el mismo protagonista banal, un mal actor que se representa a sí mismo: su intimidad es el espectáculo.
La televisión se alimenta de sus propios monstruos y una vez utilizados los desecha como un kleenex, hasta la temporada próxima. Todos ellos están condenados a la «muerte civil» o artistica si alguno de ellos albergaba ese propósito. Los concursantes son -sin saberlo- victimas de su propia osadía.
He elegido a esta persona que protagonizó uno de estos episodios, en la presentación del personaje se hace hincapie precisamente en sus méritos. extroversión, descaro y desparpajo, ese es su curriculum, además de ser freaky.
¿Freaky?