Orwell y el Gran Hermano

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George Orwell es un escritor que pasará a la historia de la literatura por haber inventado el género de la anticipación politica, la politica-ficción y sobre todo por su personaje-entidad del Gran Hermano, una especie de ente omnipresente en la vida de las personas que nos vigila y que sobre todo vive con nosotros, penetra nuestra intimidad en forma de pantalla, de un ojo que todo lo ve, como un Dios laico pero omnipotente que en el caso de Orwell remite a un estado totalitario, policíaco, represivo y autoritario, fruto de su experiencia en la guerra civil española donde vino como muchos idealistas ingleses a buscarse a si mismo y es cierto que se encontró, pues dedicó su vida a denunciar los excesos que había contemplado en las purgas del partido comunista español de inspiración estalinista.

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Orwell escribió su obra maestra- 1984– inaugurando un género nuevo, similar al de la tragedia griega, su intención era la advertencia, que no sucediera en la realidad lo que narra en la novela pero se equivocó en plazos y fechas: el ministerio de la Verdad destinado a reescribir la historia día a día según las conveniencias de una guerra continua mantenida articialmente como justificación de una economia precaria, se ocupa de borrar las huellas del pasado, pero esta actividad -en el largo plazo- no iba a proceder de caudillos totalitarios sino del poder acumulado por los poderes mediáticos amparados por el sagrado derecho de la «libertad de expresión», por la televisión, por los lobbys de la comunicación, por el nuevo culto a lo digital. El peligro no procede tanto de Estados autoritarios que prohiben el amor y mantienen a las masas idiotizadas por la ginebra, sino antes al contrario, de estados supuestamente libres, supuestamente democráticos, donde la historia, la opinión y la sensibilidad ciudadana está mediada por la televisión, los medios y la amnesia histórica al servicio de sus propios intereses y que además no pueden ser contradecidos pues se hallan investidos del mito de intachabilidad de lo legítimo.

La historia se ha terminado, la verdad es inútil buscarla en parte alguna, una vez documentalizada la historia se transforma en una verdad reversible y los individuos son transformados en consumidores caninos de imágenes mientras son idiotizados, por el espectáculo, el consumo, la pornografía y los psicotrópicos.