Todo conspira para devolvernos la forma de lo humano. La naturaleza cansada de ser abstraida por la conciencia humana y exhausta -quizá- de haber sido malinterpretada se simula a si misma en estas formas que parecen llamar nuestra atención sobre la necesidad de que lo humano se repiense a si mismo: que no basta con los inventos o con la técnica, que necesitamos volver a lo humano, desechar el automatismo y recargar las pilas de la humanidad.
Todo es simulacro, si, por eso hasta los árboles conspiran para hacerse más parecidos a nosotros, como diciendo «yo antes fuí humano y ahora mirame».