La mujer desmontable

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La revolución sexual tuvo una serie de efectos secundarios para las mujeres, el más importante de los cuales fue la dependencia erótica del varón, del deseo del otro que – eso no lo sabian los teóricos de la revolución- es siempre un deseo parcial, un deseo fetichista sobre todo desde que se impuso el mito de la libre disponibilidad. Antes de condenar a la mujer a una jornada doble, a una presión extraordinaria para que se acoplara tanto a las necesidades del Poder económico y del poder masculino, la mujer estaba por liberar de sus refajos y de su invisibilidad civil, había que hacerla acceder a los bienes sociales puesto que la prohibición parecía no haber funcionado, liberación que para la logica del sistema no eran otra sino la de la libre accesibilidad de todas las mujeres a todos los hombres: asi hoy toda mujer es accesible a todos los deseos, incluso a aquellos que la desmontan en trozos, la fragmentan, la despedazan.

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Bellmer construyó una muñeca articulada a la que Dalí puso el nombre de muñeca desmontable, causó furor entre los surealistas y hoy es la matriz del deseo no ya de los adultos sino tambien de los niños. Observese en el video que propongo, el look de las muñecas con las que juegan las niñas actuales.

Antes muerta que sencilla, pero ¿quien inventaria este deseo?

¿Liberación o esclavitud hiperreal?

La sexualidad ha de estar sometida a ciertas restricciones, el tabú del incesto -por ejemplo- es una restricción, el adulterio -una restricción legal- abolida en casi todas las sociedades opulentas también, pero asi y todo algún tipo de restricción parece ser necesaria para alcanzar cierto grado de cohesión social y una sociedad productiva y laboriosa. Hasta Marx teorizó sobre el asunto de la libre disponibilidad de una supuesta «comunidad de mujeres». El texto que sigue procede de mi libro: «Un estudio sobre el masoquismo«:

«La esencia del tabú del incesto es la de rotular a determinadas mujeres como no disponibles (y prescribir las que lo están). Usualmente no están disponibles las niñas, ni las demasiado viejas, tampoco las casadas ni las mujeres «consagradas». Al mismo tiempo, este tabú prescribe y señala, aquellas mujeres «públicas» que están disponibles todo el tiempo: las prostitutas y las jóvenes sin compromiso. La debilitación de los tabúes, que se ha propiciado en las sociedades opulentas a partir de la secularización universal que han soportado, hace que el mercado del sexo, de mujeres disponibles, se haya expandido. Las mujeres casadas ya no están prohibidas y todas tienen, debido a su participación laboral activa, motivos más que sobrados para estar expuestas al deseo de los hombres. Lo mismo sucede con las solteras y las separadas o viudas. Ninguna mujer (salvo las menores) parecen estar a salvo de las leyes abiertas del «mercado sexual». Los movimientos de liberación de la mujer, junto con el acceso de estas a los bienes del trabajo y el acceso a cierta emancipación económica han aumentando considerablemente el número de mujeres «disponibles», lo que ha hecho simultáneamente aumentar entre ellas también el fantasma de rivalidad, competencia y por tanto también de desvalimiento, derivado de su legitimación-deslegitimación como objeto erótico.

El propio Marx teorizó sobre ello, cuando escribía, anticipándose a su tiempo y tambien a esa forma de coacción que hoy conocemos como postmodernidad:

Oponer a la propiedad privada la propiedad general, puede expresarse también en la forma animal que busca oponer al matrimonio, la comunidad de las mujeres. Este es un comunismo tosco e irreflexivo. La envidia general constituida en poder no es sino la forma escondida en que la codicia se establece o se satisface de otra manera«.