Gunther Von Hagens es un médico que pasará sin duda a la historia del arte, más dificil es que pase a la historia de la medicina, y lo hará por sus esculturas realizadas con cadáveres. Cadáveres de verdad a los que somete a una técnica descubierta por él llamada plastinación. Naturalmente sus exposiciones van seguidas tanto de un morboso escándalo (que hace que el público acuda puntualmente a cada una de sus citas) como de la pregunta académica pertinente, ¿es ésto arte?
He rescatado este documento donde algunas personas opinan -sin saber qué hacer- y eluden la pregunta esencial. Así que daré mi opinión: si el arte es todo aquello que intenta saltar o borrar la realidad de la representación, si el arte es el deseo de ir más allá de lo figurativo, de la abstracción, entonces esto es arte, otra cosa es que este tipo de arte tenga algo que ver con la evolución espiritual de la humanidad o que plantee -como plantea- dilemas éticos o incluso legales- sobre el aprovechamiento de cadáveres que fueron personas de verdad y que en principio tienen derecho a descansar en paz durante la eternidad que les quede.
La pulsión artistica y la repulsión visceral han ido siempre de la mano y habría que decir que la función del artista es precisamente ésta: explorar nuevas subjetividades y si es necesario mostrar el horror en toda su crudeza, sin blanquear la realidad como hace la televisión. Si hay que provocar repugnancia es cierto que Von Haggens lo consigue, al mismo tiempo que rellenará sus bolsillos precisamente por el morbo de ver cadáveres en posiciones que no dudaría en llamar obscenas.
El gusto por lo siniestro, lo tétrico o lugubre, está y estará siempre presente en la hiperrealidad, la que explora lo ignoto. Pues esa es su función.
Lo malo es cuando la pornografía deja de representarse por artistas y la llevan a cabo los políticos. Ahí está el peligro y no en los museos.
La realidad ha sido desencarnada, viva el simulacro.