En la mente humana individual sucede algo parecido a lo que pasa en el arte. Algunos sujetos deliran sobre cosas que pueden suceder en la realidad: ser perseguidos, engañados, amados en silencio, envenenados o excluidos por sus semejantes. Se trata del delirio paranoico. Otros enfermos deliran sobre cuestiones más complejas o fantásticas: son influidos por ondas, oyen voces que no existen, sienten que su pensamiento es difundido o son visitados o abducidos por naves espaciales habitadas por extraños seres que le han elegido a él para iniciar una misión de un calado esencial para el mundo. Son los esquizofrénicos.
Otros situados justo en medio de ambos deliran en que son infestados por parásitos, que tienen animales en el vientre o que se han quedado sin órganos, vacíos. Otros ya notan el sabor de la tierra porque se creen muertos o casi.
Como puede observarse existen matizaciones en el delirio de cada cual. El arte se situa más allá del delirio pero toma prestado de él los materiales para la construcción de la obra. Estos materiales suelen ser los mismos, lo grotesco, lo lugubre, lo maravilloso, lo siniestro o lo sublime. Extasis o pesadilla acompañan como porteadores del ánimo mientras el Yo vigila y toma distancia, el arte pretende la seducción, la locura la imposición. Por afuera de ellas existe otro modo de existir o de ser: aquello que busca la mirada ajena al precio que sea, la atención del espectador al que no duda en ofender o provocar, es la estrategia de la publicidad e individualmente de todos aquellos que buscan sorprender, intimidar pero nunca cautivar. Como dice Garcia-Lorca por que:
Hay barcos que en la noche
buscan ser mirados
para naufragar ( …)
La blasfemia está ya permitida, pero ¿es arte o pornografía?¿paranoia o provocación publicitaria?
Los limites se desdibujan a medida que la tarea del artista se democratiza y se convierte en una opción más de expresión.