Michael Jackson es uno de los iconos de la postmodernidad, entendida como la emancipación del «paternalismo» redentorista de la modernidad con toda su liturgia asistencial y sus ideologias de la liberación colectiva. Baudrillard ha definido a la postmodernidad como la caducidad de todos los ideales que impregnaron a la modernidad: la igualdad entre los hombres, la educación universal, empleo y comida para todos, asistencia sanitaria, etc. Nuestas sociedades opulentas se encuentran más allá de aquellas necesidades pero han aparecido nuevas lacras: «hay una cosa peor que el hambre y es la imposibilidad de no poder pasar hambre» (Amelie Nothomb).
Jackson recrea perfectamente en este famoso y extraordinario videoclip a ese héroe frankensteiniano que adoran las masas opulentas, clientes aburridos de nuestro estado del Bienestar. ¿Es hombre o mujer? ¿niño o adulto? ¿negro o blanco? ¿zombi o humano? pero …. ¿para qué elegir si se puede ser todo a la vez?
Jackson encarna perfectamente la metamorfosis postmoderna que es una penetración de lo simbólico -a través del cuerpo- hacia lo real. Aparentar algo es ser algo, el cuerpo «in perfomance» es el escenario donde el fuego de la fantasia se enciende y puede legitimarme como sujeto que desea algo. Que desea algo y que tiene el derecho a gozarlo.